viernes, 18 de diciembre de 2009

BALANCE 2009 - Capítulo I

Desde ya, no es el concepto más feliz, al menos para alguien que se jacta de aborrecer la contabilidad pero, a falta de uno mejor, sirve para entender la idea.

Que, en este caso, dado el espíritu esperanzado, solidario, en fin, pelotudo, que nos une e iguala un poco a todos, no será enteramente pesimista, sino que buscará coincidir y conciliar un poco con ese imaginario colectivo de fraternidad y renacimiento.

Empezaré conmigo misma, apuntando, por supuesto, a una mínima identificación, para que no se aburran como ostras, mientras me hacen el favor…

Generalmente me sucede que el optimismo que se apodera de mi mente durante las fiestas, más que nada en el brindis de año nuevo, se estrella contra la realidad adversa el 2 o 3 de enero.

Pero esta vez, fue algo diferente, debo rescatar sucesos favorables, algunos frutos del mérito propio, otros, simples consecuencias del azar: como comentaba unos días atrás, haber logrado licenciarme, conseguir un laburo afín a mis intereses (además de una entrada económica extra), no haber ahorcado a mi novio, que sigan vivos el potus y Camilo (el primero no sé si por mérito o por azar, pero dejémoslo en esta sección; el segundo porque llegó a casa tocando el arpa), son sucesos dignos de cierta alegría. También hay que resaltar que durante este año no se murió ningún pariente (al menos que yo lo recuerde mientras escribo, aunque sí hay un par medio al horno), no hubo embarazos no deseados, divorcios o peleas a muerte en la familia. All Boys terminó cuarto en la tabla, salió campeón Banfield, el campo no derrocó al gobierno… y paro porque tanta bonanza me asquea.

O sea, podría dejarme arrastrar por el aura festiva y sentenciar, lisa y llanamente, que el 2009 no debería terminarse…

Pero, la verdad tiene su lado oscuro (o su lado blando, mejor dicho): haciendo mi orgullo, y hasta mi dignidad a un lado, el último año 00 también me jugó sus malas pasadas. Digamos que mis estrías se multiplicaron proporcionalmente a las horas que sumé de gimnasio, mi neurosis al tiempo que sumé de trabajo y –por supuesto- resté al sexo, mis arrugas al aumento de mi neurosis… de hecho, creo que lo único que disminuyó fue la cantidad de pelo (cuya decadencia podría ser mayor considerando los litros de decolorante que debo llevar usados). Y no quiero entrar más en detalles tan superficiales como relevantes, pero debo agregar a la lista el incremento de mis problemas de salud (de toda índole y color), de mi peso, obviamente, que en promedio es de 1 kilo por año, de la celulitis, que parece hacerse cargo de manifestar todos mis malos hábitos…

En fin, aún no voy a sucumbir a esbozar conclusiones, porque me quedan otros ámbitos por evaluar (soy egocéntrica, pero trato de evitarlo, de vez en cuando), pero sí me permito intuir –no todavía pensar- que, en realidad, no es que las cosas mejoren, sino que nosotros nos vamos acostumbrando a que estén cada vez más como el orto (como el orto después de los 27) y a conformarnos cada vez con más…

(con más años, más estrés, más kilos, etc, etc, etc.)

domingo, 6 de diciembre de 2009

A veces

Me muerdo los labios,
ahogo los gritos,
suspendo palabras,
escojo eufemismos.
Respeto mentiras,
deshecho verdades,
soporto vergüenzas,
que me hacen culpable.
Me cruzo de brazos,
me lleno de miedos,
delineo palabras,
en las que no creo.
Reservo caricias,
solapo emociones,
regalo sonrisas,
que son lagrimones…
Y a veces, tan solo,
me hecho a la suerte,
libero las riendas,
enfrento la muerte.
Y tomo coraje,
y lleno mi pecho,
y entrego mi sangre,
y lloro mis miedos.
Exijo justicia,
no mido mis sueños,
no voy tan de prisa,
disfruto, me entrego.
A veces, tan solo,
me quedo en silencio
y siento la vida
que habita mi cuerpo...

domingo, 29 de noviembre de 2009

DOMINGO, Mujeres en

Qué linda la primavera! Qué bueno el domingo! La verdad que esperar toda la semana para tomar sol, hacer vida al aire libre y encontrarse con días de este estilo es una de esas ironías del destino que me parecen obra del mismísimo Satanás…
No me vengan con el consuelo de la “cucharita” porque está lleno de solteras sin back up o, en su defecto, de novios adictos al fútbol (en este preciso instante tengo a un espécimen de esos comiéndose las uñas por el partido del Barcelona – Real Madrid!) que ante una mujer cariñosa, miran con desconcierto y hasta desagrado, indicando –sin pronunciar palabra- que ya sabemos que un domingo no somos diferentes a un florero!
Para lo único que sirven estos días es para favorecer una ingesta indiscriminada de calorías que terminan en atracones espantosos, cuando no directamente en un ataque al hígado y en promesas de dieta para los lunes por venir, que nunca llegan a buen puerto.
En realidad, me iría de shopping, a un spa, a la peluquería, a hacer esas cosas verdaderamente reconfortantes y productivas, pero estamos a fin de mes y, aunque insista en revisar mi cuenta de home banking, la muy desgraciada no deja de mostrarme dígitos distintos al 0, sólo después de la coma (,).
Durkheim lo dijo claramente: la mayor cantidad de suicidios se producen los domingos. Y yo agrego que un día como hoy, no suicidarse es un claro síntoma de optimismo y templanza…

lunes, 23 de noviembre de 2009

Los 31

Si los 30 fueron un baldazo de agua fría, no creo que los 31 sean menos refrescantes.
Cualquiera que tenga cierta noción de mi vida actual me dirá "no tenés de qué quejarte". Lo sé, tengo trabajo estable, tengo un trabajo nuevo, me recibo, tengo novio, perro y algunos amigos.
Pero el asunto no está en la cantidad, sino en la calidad.
Por ejemplo, mi trabajo estable es una reverenda cagada: aburrido, rutinario, malpago y encima un cotolengo de especímenes del estilo de la empleada pública de Gasalla.
Con mi nuevo trabajo siento más presiones que un adolescente a punto de concretar su primera vez. Entiendo la mitad de las cosas y para rematarla, estoy "a prueba".
Bueno, pero me recibo! sí, voy a ser Licenciada en unos días! El problema es que tuve la deplorable idea, en uno de esos momentos de evaluación existencial, de dejar Derecho para estudiar ... COMUNICACIÓN!!! Es decir, me condené solita a cagarme de hambre... con lo que me gusta comer...
Mi novio, bué... mi novio lee el blog. Así que él es lo único infinitamente placentero y reconfortante que tengo en esta vida.
Mi perro, un adorable mestizo que rescaté de la calle, me está saliendo más caro que si me compraba un Moloso importado directamente de Europa. Tiene de todo, incluida una infección en la uretra, el señorito. 60 mangos de análisis, 90 de ecografía, 200 para castrarlo, se nota que no tiene idea de lo que yo gano...
Y algunos amigos, sí, que son los que decretan que yo debería estar feliz...
Resumiendo, "estoy jodida y radiante, quizás más lo primero que lo segundo" como decía Benedetti.
Así que, por lo pronto, el próximo 8 de diciembre, día en que cumplo 31 años (cualquier chiste obvio ya no tiene gracia) decididamente voy a ahogar las penas. Voy a maltratar un poco más mi hígado para no maltratar más mi cabeza y voy a evitar balances pelotudos que siempre me dan por resultados más "pérdidas" que "ganancias".


viernes, 9 de octubre de 2009

Los 30 y alrededores

Estoy indignada. Hoy llegué al gimnasio y me encontré con unas pendejas en uniforme de colegio caminando en la cinta cual si anduvieran de paseo viendo vidrieras, con unos cuerpos despampanantes.
Advertí que por más que me mate haciendo glúteos, ya NUNCA tendré la cola que tenía a los 18. La cara más redonda, pero con la piel tersa y sin huellas del estrés y la mala sangre de un adulto con responsabilidades.
Encima ahora las nenas tienen onda y desparpajo. Yo era una acomplejada que no salía a la calle sin algo atado a la cintura y ellas van por la vida con una polleras que parecen cinturones.
Digamos que tampoco soy un escracho. Pero con vestidos cortos me siento una vieja ridícula y con prendas largas, por demás de avenjentada.
Yo había leído en varios lugares que a los 30 la mujer comienza a vivir su plenitud. Eso lo habrán decretado a fuerza de marketing los centros de estética, gimnasios y demás lugares por el estilo. Cuya clientela somos las mujeres que empezamos a sentirnos baqueteadas pero aún dentro del mercado.
Claro que con lo que salen los tratamientos, se complica sobremanera.
Y no me vengan con eso de la vida saludable, que en todo caso es una verdad a medias. La realidad es que queremos permanecer dentro de los cánones de belleza, imperativos categóricos para poder vestirse a la moda o gustarle a los panzones de treinta y pico…

Repito: estoy indignada y, por supuesto, algo deprimida. Se me ocurren dos ideas (pero desde ya estoy abierta a otras): o los gimnasios, bares, plazas y demás espacios de esparcimiento ponen horarios restringidos para menores de 25 años y de 55 kilos o nos juntamos en una noble causa y, en vez de tomar facultades o cortar calles por los desempleados, la educación o la pobreza, tomamos Iobella, Slim, etc. y hacemos la revolución: ¡belleza, juventud y piel de durazno para todas!

lunes, 5 de octubre de 2009

Carlos Alberto, la Negra y yo (escrito el sábado 3 de octubre)

Carlos Alberto trata de contener las lágrimas que le hacen temblar las pupilas mientras me cuenta la vez que conoció a Mercedes Sosa, cuando él era cocinero en Los dos Chinos y ella almorzó allí con León Gieco.
De fondo se escucha la voz de Bravo en Continental hablando del estado de salud de la Negra.
Yo le cuento que a mi también me pone triste porque ella me recuerda mucho a mi niñez, cada vez menos nítida y más inventada.
Mientras le escruto los pómulos oscurecidos por el sol de la Plaza Houssay, intento dilucidar cuántos años menos tiene de los que su cuerpo maltratado representa.
Pero de a poco, mientras le damos de comer a su perro (el Negro) él me va brindando pautas.
Hace años que duerme en la calle, que vive de lo que le da la gente, que está sólo (bueno, hace 5 meses tiene al Negro que lo cuida con una devoción impactante). Está enfermo y ya no hay nada por hacer, pero su mayor preocupación es qué va a pasar con su perro cuando él no esté.
Me convida unos mates y, mientras tanto, me cuenta de su infancia en Entre Ríos, de por qué no tiene a nadie, de cuando no pudo pagar más la pieza de la pensión en Congreso, de la abuela que lo cuidó. En fin, de una vida muy semejante a la de muchos de nosotros…
Cuando vuelvo a casa enciendo la radio (sintonizada siempre en Continental) y escucho de nuevo palabras desesperanzadas sobre la Negra. Me sube una angustia muy honda desde el pecho, que pronto se transforma en un llanto incontrolable.
No lloro por ella ni por él. Es, probablemente, por lo poco y por lo mucho que tengo de cada uno de ellos…

domingo, 27 de septiembre de 2009

Zaping

Ayer tomé la mala decisión de pasar del partido de San Lorenzo- Tigre a los 100 programas de Zaping. Había alquilado una interesante película épica rusa, “1612”, pero la inercia de la sobremesa derivó en una panzada de cholulaje subdesarrollado.
Juro que no tenía idea de quién es Zulma Lobato, Silvina no sé cuanto (novia del reconocido Matías Alé) o de los no-embarazos de Nazarena, de la pelea de Rocío Marengo con Zofovich y demás cuestiones trascendentales para la humanidad. Y, honestamente, hubiera preferido continuar en la ignorancia.
Para colmo de males, hace uno días estuve estudiando sobre la cultura de las clases populares (Foucault, Bourdieu, De Certau y demás desagraciados), la distinción entre lo que producen y lo que las cases hegemónicas les imponen como modo de reproducir las condiciones sociales de producción. Terrible! Lentamente, sentía una sensación de asqueo en el estómago y de embotamiento cerebral que me clarificaron en unos instantes los retorcidos razonamientos de semejantes pensadores.
Mientras mi amorcito asentía a mi disertación sobre la mierda que consumimos indiscriminadamente y se le salían los ojos con tantos culos y tetas que alcanzarían para pagar la deuda externa de todos los países de África, yo sucumbía a la omnipotencia y sacaba conclusiones, como siempre poco esperanzadas…
¿Somos víctimas de un sistema que nos maneja cual marionetas desde los medios, la economía, el poder político, etc. o nos gusta revolcarnos en la mierda –a conciencia y voluntad- para luego poder decir, con orgullo y comodidad, lo mal que la mierda huele?

p/d: para mí la respuesta es: “las dos cosas”. Pero en el primer caso lo “justifico” en la imposibilidad de ciertos sectores de “elegir” por diversas carencias, en el segundo es injustificable.

jueves, 2 de julio de 2009

DE NARVAEZ Y OTRAS (MALAS) YERBAS...

Sí, ya sé. Aparezco de golpe, como si nada y, encima, con disquiciones de mujer alterada. Pero qué quieren que les diga, la conciencia política de mosquito que tenemos me pone los pelos de punta.
No es que me crea dueña de la verdad, de hecho no creo que esta exista, y menos en política. Simplemente, al ver el resultado de los últimos comicios "celebrados" en el país, entre barbijos, renuncias anunciadas y un frío espantoso, me surgen preguntas a las que no les encuentro respuestas más o menos lógicas.
¿Qué pasado político o al menos conducta social avala a un tipo como de Narváez, para que de golpe y porrazo sea electo primer diputado nada menos que en la provincia de Buenos Aires?
¿Quién es, además de una señora muy sentimental y semi-discapacitada, Gabriela Michetti?
¿Con qué porcentaje asumió Cristina Fernández como Presidenta hace nada más que un par de años?
¿Por qué compramos, tan campantes, caras amigables que no expresan una sola idea proyectable en la realidad social, política, económica, cultural, etc. de nuestro país?
Hay cientos o miles de interrogantes muchos más profundos, pero para eso están los analistas políticos.
Y habrá hecho varias cosas mal el gobierno para que la gente le de este revés en las urnas. Pero esa dialéctica elemental a través de la cual contruimos nuestra historia y nuestro futuro, me parece una mierda.
Pasamos del "piquete y cacerola, la lucha es una sola" al "todos con el campo" sin detenernos un minuto a pensar qué intereses defendemos, qué proyectos apoyamos...
Pasamos de amar a Blumberg a idolatrar a De Angelis (aquí no hay mucha contradicción que digamos), de ver la salvación en de la Rúa a ver la perdición en de la Rúa, de votar a Cristina Fernández a odiar a Cristina Fernández. Es un maniqueísmo eterno...
Por ahí pienso que somos seres sencillos y vulnerables, a quines los guachos de los medios y los aparatos políticos son capaces de vendernos una vaca ensillada y nosotros nos vamos contentos al hipódromo.
Pero por ahí pienso que somos menos inocentes, que lo único que nos preocupa es nuestro propio culo y hacia donde creamos que podremos cagar un poco más alto, vamos con total desfachatez e indiferencia...

martes, 9 de junio de 2009

¡Nada personal, Fabián!

Los avisos de jabones en polvo, de productos de limpieza, de pañales, etc., etc., etc. me ponen en un estado similar al síndrome premenstrual.
No sólo porque Fabián Gianola me tiene harta, Maru Botana me resulta recalcitrante y limpiar me pondrá siempre de mal humor, sino también y fundamentalmente porque esta actividad posmoderna, que se ha vuelto casi un paradigma de la contemporaneidad, llamada marketing, lo único que tiene de "progre" son los personajes que habitan sus edificios y after hours.
Porque, y lo digo con una mano en el corazón, yo creo en una cierta igualdad de géneros. Lo creo desde mis convicciones, desde mi crianza, osea desde mi individualidad. Pero también lo pienso como algo cultural, que a esta altura - luchas, tratados internacionales, literatura, políticas y demás etcéteras mediante- debería estar instalado socialmente con cierta naturalidad.
Pero resulta que estas publicidades están todas, absolutamente todas dirigidas a mujeres. Me gustaría saber si las planifican señoritas abnegadas, buenas madres y con sueños de familia tipo, u hombres aferrados a estructuras cómodas y funcionales a su lugar de machos "pater familia" o de hijos eternos.
Ya sé que hay investigaciones de mercado, encuestas, conocimientos y muchos números detrás de esas porquerías, pero la verdad, me importa un pomo.
Además es mentira que Cif desengrase toda la mugre con solo pasar el paño amarillo, que Ace deje como nueva la ropa sucia, transpirada y repleta de rastros de la dieta diaria, o que las mujeres nos paseemos con esos changos aparatosos y siempre chuecos (a propósito) de los supermercados con aires de libertad y alegría. Grandes mentiras.
Sí, lo sé porque lo hago y para hacerlo compro todas esas basuras, pero que al menos les quede claro que no me gusta, que lo detesto y que me resulta ofensivo que me traten de estúpida con tanta impunidad y mal gusto.

lunes, 25 de mayo de 2009

ROTAS CADENAS. El Cabildo de mayo de 1810

El ser humano deja múltiples huellas en el mundo. Huellas que encarnan diversas expresiones de belleza, de destrucción. Huellas que cobran diferentes formas, símbolos de una época, de una creencia, de un poder. Algunas perduran, testigos inmutables de acontecimientos que marcan, delimitan, definen el curso de los tiempos. Pilas de arena, hierros, ladrillos que parecen cobrar vida cuando, entre sus paredes, intentamos descubrir los secretos de la historia.
Es verdad que hace frío esta mañana, que el cielo está gris y la llovizna constante amenaza con mutar en chaparrón. Pero el calor se contagia entre los cientos de vecinos y milicianos que, apostados en la Plaza de la Victoria, esperamos alguna noticia desde el balcón.
"¿Dónde está el pueblo?", pregunta irónico el Síndico Leiva desde las alturas, luego de que muchos, agotados por la espera, partieran a esperar noticias en sus casas.
Furiosos por la actitud de quien sabemos partidario de la corona, entramos en la Sala Capitular para exigir una respuesta. Es Berutti el que da un ultimátum y amenaza con tocar la generala para que el pueblo, por las armas, consume lo que hace una semana el Cabildo no define.
La sensación de que algo está por suceder es casi palpable en el aire espeso del recinto. Volvemos a la plaza a esperar, junto a los demás, que nuestra fuerza y decisión se contagie a los cabildantes.
Poco después anuncian la nueva Junta integrada por los nombres que exigía el pueblo. Saavedra, Moreno, Paso, Belgrano, Catelli, Azcuénaga, el sacerdote Manuel Alberti y los comerciantes Larrea y Matheu jurarán como gobierno en nombre de Fernando VII.
Sé que la independencia real tardará todavía varios años más, pero desde esta tarde del 25 de mayo de 1810 en el "Excelentísimo Cabildo de Buenos Ayres", la historia de esta patria será un poco más Nuestra Historia.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Hoy

Hoy es un día triste. El cielo está gris, amenaza con llover y la humedad crea una atmósfera espesa, brumosa, casi irrespirable.
Los hombres solos en los bares, destilan lagrimones enormes y pesados, viendo su soledad nítida en las tazas de café.
Transeúntes encorvados, cansinos, atraviesan el aire lentamente, sin siquiera un gesto que exprese, al menos, el tedio o la melancolía.
Hasta los perros callejeros exponen sus costillas y su mugre más de lo habitual.
Los relojes reniegan de su labor mecánica y parecen rehusarse a deslizar el tiempo, haciendo que las horas transcurran lentas, oscuras.
El mundo, hoy, parece haber amanecido apenado, sin ganas de seguir con su trajín cotidiano, con su rutina inquebrantable.
Hoy es un día triste, ¿o seré yo…?

jueves, 14 de mayo de 2009

"Intitulable"

Soy una abandónica, lo sé. Descuido el lugar que más quiero y lo postergo en pos de cosas de las que reniego. Pero ¿alguien puede decirme cuál es el truco para que alcance el tiempo?
Mi vida es un caos: tengo mil responsabilidades, dinero insuficiente y casi nula vida social. ¿Algo estoy haciendo mal o esta es la lógica dentro de la cual está inserta la cotidianeidad de todos?
Si es así, si la respuesta es afirmativa, voy a tener que pasar del psicólogo al psiquiatra a ver si me empastillan y me relajo un poco, porque por este camino lo patológico es inminente.
Para sumar, mientras venía a la oficina, veo en la tapa de un diario que a los estatales nos aumentan un 15% (8% se cobra en julio y el resto en septiembre), como una medida que apunta a ganar votos por las próximas elecciones. Esa cantidad representa, más o menos, unos 120 pesos y ¡divididos en dos partes!
Claro, me olvidaba que las cifras del gobierno salen del INDEC, que ahora no es más que una agencia de marketing K, con lo cual, lo absurdo para mí, es más que coherente para la política de Estado.
Así que se supone que con mi sueldo debo poder pagar los impuestos, estudiar, hacer actividad física, fumar, movilizarme hasta todo esos lugares más el lugar de trabajo, alimentarme, estudiar inglés y. luego de que logre que me cierren todas las cuentas, cumplir con los múltiples roles que desempeñamos socialemente: leáse, ser buena amiga, buena hija, buena amante, etc., etc., etc.
No sé si el problema es filosófico, inscrito en la lógica de la posmodernidad “líquida”, si es económico, acorde al funcionamiento del sistema capitalista de mercado, si es político, decisiones del poder que nos condicionan más allá de nuestra voluntad, si es social, cultural o todo a la vez…
Sí sé que es empírico, fáctico y concreto para mi pobre subjetividad… así que antes de ir al psiquiatra, voy a meditar seriamente si no sería mejor estar loca del todo y pasar la vida drogada, hablando al pedo con otros locos, que estén menos estresados y apurados que nosotros!

martes, 28 de abril de 2009

Look anti pandemia

Mi rutina de belleza se está viendo alterada radicalmente. Pasé de usar cremas humectantes-reafirmantes-autobronceantes a usar repelente. No es que el viejo y conocido off cumpla con todas esas funciones (que ahora que lo pienso tampoco las cumplen las cremas), pero el mejunge de ambos es asqueroso.
Ni hablar si al característico aroma del espanta -Aedes Aegypti le sumo el delicado perfume de Paula Cahen Danvers, parezco una ensalada.
Y para qué pensar en las medidas que la paranoia global me llevará a tomar pronto por esto de la gripe porcina. Si a todo lo anterior le sumamos barbijo y guantes, me asemejaré a un empleado de bromatología recién salido de una inspección a un tenedor libre cualunque.
De todos modos, no creo que adhiera a estas últimas medidas. Y no porque me crea inmune, sino sencillamente porque no me da el presupuesto. La realidad es que un barbijo aísla los virus y gérmenes durante dos horas (siendo muuuy bueno el barbijo y yo muy generosa) y cuesta (aún) $2. Es decir, que para protegerme durante un día - y esto viene para largo- debería gastar $24. Imposible, me muero de hambre antes del mes.
Lo que sí tengo pensado es aportar al ascenso vertiginoso de las acciones de Roche y encanutarme unas cajitas de esa droga de nombre difícil que dicen que es efectiva.
Pero, ¡ojo! mi psicosis no tiene que ver con el bombardeo mediático (bueno, un poco también por eso). Pero más bien se la debo a ese paupérrimo empleo que he mencionado antes. Siendo empleada pública de una dirección que tiene estrecha relación con estas enfermedades, tengo razones de sobra para vislumbrar, por lo menos, graves problemas.
Es que la inoperancia, la improvisación y el desorden con que se abordan estos temas, asustarían a cualquiera. Y eso, los medios, no lo están reflejando...
Aunque no quiero entrar en detalles, debería ser uno importante el hecho de que la Sra. Ministra de Salud es Licenciada en ciencias Políticas! ¿Qué cuernos sabe esa mujer de epidemias, pandemias, chanchos y mosquitos?
Yo creo que nada. Por eso en unos días, cuando cobre, saldré a reventarme el sueldo, pero en vez de ir al stand de L´oreal Paris, iré al mostrador en busca de antigripales...

martes, 21 de abril de 2009

La tele y yo

La televisión y yo no tenemos una buena relación. Disentimos en cuestiones fundamentales, como qué implica la estética, el entretenimiento, la información.
Por ende, casi nos ignoramos. Pero el otro día, haciendo un poco de zaping, vi el aviso de un programa que me interesó: “Argentina para armar” iba a “mostrar que en épocas de crisis se puede conseguir trabajo”, de hecho contaría con la presencia de gente de diferentes edades que lo logró en los últimos meses.
Desconforme como estoy con mi empleo paupérrimo, decidí resignar una hora de sueño, en pos de hallar una fórmula o, al menos, una pista que me permita modificar mi situación laboral.

Primer caso testigo: una pendeja diosa de 25 años que estudió Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés (dije SAN ANDRÉS), estuvo dos años pensando qué quería hacer realmente con su vida y hoy es gerente del hotel de Coppola (Francis Ford, mal pensados) en Argentina.
Con eso ya empecé indignarme. ¿Qué tiene de representativo esa mina para las miles de personas que no tienen trabajo y para otras miles que necesitan un trabajo mejor?
Me sentía una ilusa. Una vez más le di una mínima oportunidad y me cagó a la primera de cambio.
Los otros casos eran similares, aunque no tan bizarros: un psicólogo de 40 años con un master en Recursos Humanos hecho en Alemania (o por ahí), un ingeniero que trabaja en Techint y consiguió un empleo mejor remunerado en una compañía asiática que se instaló en Argentina y, por último, tipo consuelo de tontos, una mina de 27 años (con rasgos norteños) que estudió en la UBA psicología y pasó de que la exploten en un shopping a que la exploten en una compañía.
Si no quieren ahorcar a María Laura Santillán, relean.
Juro que me paré de la silla y los putié en voz alta y gesticulando con mis manos. No estoy loca, sé que no podían escucharme, pero necesitaba canalizar!
¿Así es como los medios y los programas serios apuestan a la construcción de un país más justo y competitivo?
Definitivamente, es mejor mirar algo más descarado y vulgar, pero, al menos, no tan hipócrita.
Felicito de corazón a todos aquellos seres agudos e inteligentes que han optado por Tinelli.

lunes, 13 de abril de 2009

Neo comunismo

¿Sabían que el gobierno de CFK es comunista? Si arquearon las cejas en señal de asombro, es porque quedaron tan desorientados como yo. Pero les aseguro que eso es lo que opina el mismísimo PC.
Estaba tomando sol, tranquila y relajada, cuando aparecieron dos chicos de veintitantos años ofreciendo torta y el periódico del partido. Me asaltó una conciencia “dietística” inusitada y rechacé los dulces, pero me compadecí de esa militancia pura e inocente y les compré el diario.
Si no hubiera sido por la hoz y el martillo en el margen superior izquierdo, habría estado segura de estar leyendo una publicación del Frente para la Victoria. “Fuerza Presidenta contra la derecha golpista”, rezaba el título principal sobre un retrato de la señora que dejaba en evidencia las toneladas de botox aplicadas en el rostro.
Leí cada artículo, cada recuadro, con detenimiento y creciente indignación. Mi congratulación con la militancia revolucionaria duró menos que mi esperanza ante la llegada de la Alianza al gobierno.
Quería ir a buscar a esos traidores y enfrentarlos con los principios del comunismo para que me expliquen cómo no les da vergüenza. El comunismo aspira a la abolición de la propiedad privada, debería sobrar para que se opongan a la opulencia creciente del patrimonio de la Presidenta y su señor esposo, por sólo mencionar un detalle.
Recordaba el libro que leí hace poco sobre el Che y muchos de los apuntes que estudié en la universidad… Qué irónica resulta a menudo la historia.
Yo no soy comunista, aunque considere más justa la propuesta de una sociedad sin clases, cosa que seguramente me sucedería con cualquier sistema que no sea el capitalismo. Pero me genera una sensación de desconsuelo y escepticismo, ver cómo se tergiversan las ideas ante la maquinaria del poder.
Por suerte, al llegar a la última página, encontré un pequeño recuadro que rescataba la memoria de Sandino y me calmé un poco. Me recordé a mí misma que estaba intentado despejarme y curar algo de la locura cotidiana con el sol y la distracción como únicos placebos.
Y me recordé también que, desde el discurso, nos indignamos todos. Pero sólo algunos traducen sus palabras en acción. Lo terrible es que casi siempre, los que lo hacen, son unos hijos de puta del estilo de los Kirchner…

domingo, 5 de abril de 2009

Penas y Gloria

Se quedó sentado durante varias horas, con los codos apoyados en las rodillas y la frente entre las palmas. En el estadio del club de sus amores ya no había nadie, pero él continuaba viviendo en la realidad del pasado inmediato. Un silencio profundo y desgarrador manaba de las gradas descoloridas, hecho de miles de sombras que quedaron allí, con la esperanza trunca y el grito ahogado.
A las tres y media de la tarde del sábado del ante último partido del torneo, el árbitro pitó su silbato y la hinchada comenzó a alentar con todas las fuerzas de las que era capaz. El otro equipo estaba solo. Venían del interior, y los que entraron en el único micro que viajó hasta la Capital, fueron los que en vano intentaron ensordecer los gritos del local.
El dueño de casa comenzó amenazando con golear. Pero a la primera llegada de los de Junín, sorprendió un gol que ni ellos mismos esperaban. Por el azar del fútbol, les llegó el segundo y a los pocos minutos un penal para los desesperados anfitriones que, a pesar de clavarse en el palo izquierdo, no alcanzaría para revertir la situación.
Las caras en las tribunas parecían presenciar uno de los días más amargos de sus vidas, con la tristeza y la impotencia de que las cosas pasen más allá del alambrado.
El segundo tiempo sólo hizo eterna la agonía. Los visitantes convirtieron tres goles más y, en una carrera de tiempo desesperada, el local sólo pudo convertir un gol. Los delanteros arremetieron con furia, dejando el corazón y los pulmones en el campo, pero no lograban generar ninguna jugada que despertara algo de ilusión en su hinchada incondicional. Hombres y mujeres miraban el reloj sabiendo que todo estaba perdido y, sin embargo, hacían fuerza con el gesto y apretaban sus manos, sosteniendo esa inexplicable creencia de que todavía un milagro puede suceder.
Pero el prodigio no sucedió: la mano en alto del juez y un silbato tan igual como diferente al de una hora y media atrás, sepultó las posibilidades de entrar a jugar por el ascenso a la categoría que jamás se debió abandonar.
Cuando el silencio y la ausencia poblaron el campo, el estadio y hasta el barrio, él permaneció ahí, con su tristeza a cuestas como única prueba de lo que increíblemente había pasado. Lloró por la oportunidad perdida, pero se fue sabiendo que volvería una y mil veces, porque el destino de tanta pasión, no puede ser otro más que la gloria…

miércoles, 1 de abril de 2009

Alfonsín

Qué puedo decir yo, desde un lugar tan chiquito y anónimo, sobre alguien de quien por éstas horas hablan personalidades destacadas de todo el mundo. Qué puedo agregar que no resulte insignificante, empalagoso…
La asunción de Alfonsín como Presidente es uno de mis primeros recuerdos políticos. Yo a la Dictadura la viví a través de los libros, de los recuerdos de mis familiares, de mis elecciones, muchos años después.
Pero la primavera democrática me encontró con cierta conciencia, y recuerdo, con la dulzura que la subjetividad de la distancia nos aporta, las Plazas de Mayo de entonces, rebosantes de alegría, de decisión, de esperanza. Recuerdo el Nunca Más de la CONADEP, el alegato de Strassera, las explosiones de La Tablada, la hiper inflación. Recuerdo a mi mamá, que votó a Lúder, llorando cuando se supo que el radicalismo había ganado. LLoraba de emoción y aplaudía el triunfo de Alfonsín, festejaba la democracia, no importaba la bandera que se alzara entonces.
Cuánta esperanza invadiendo las calles, cuánta conciencia republicana, responsabilidad ciudadana, compromiso mutuo. Qué sociedad prometedora éramos entonces. La Constitución Nacional era récord de venta en las librerías y casi todos sabían de memoria el Preámbulo, como evidencia colectiva de aquello hacia lo qué íbamos y hacia dónde jamás queríamos volver.
Hoy me conmueve ver a mujeres con bastón, nenes que podrían ser mis hijos, vecinos sin distinción política apostados en la puerta del Congreso, con expresión adusta o directamente entre lágrimas.
¿Por qué? Quizás porque no sólo se muere un ex presidente honrado y consecuente. Su muerte lo acerca y pone de nuevo a flor de piel sentimientos guardados bajo la capa de tantos años de políticas nefastas que fueron limando la ilusión, minando la conciencia.
Con su muerte renace un espíritu que hace mucho abandonamos porque la lucha era demasiado injusta. Y parir duele pero también da vida.
Quizás honrarlo también sea juntar fuerzas y volver a creer. Volver a creer en nosotros mismos. Volver a creer en la democracia.

viernes, 27 de marzo de 2009

Chica Cosmo

Como la lectura intelectualmente pretenciosa me estaba haciendo mal, fui consecuente con mis palabras y me puse a (intentar) leer una Cosmopolitan.
Juro que traté de hacerlo sin prejuicios. Me senté a la noche en el balcón, relajada, con una copa de vino y un cigarrillo, dispuesta a disfrutar de cosas sencillas que me desconectaran de mi día de locura.
La primera crítica que tengo para hacerle a esta revista es que me deprime un poco que casi todas las páginas tengan fotos de diosas en la playa, diosas en los boliches, diosas en la cama. Podrían tener un poco de piedad, considerando que la edición está destinada a mujeres que tienen muchísimos medios menos y muchísimos kilos más.
Pero supongamos que lo hacen para inspirarnos, que verdaderamente confían en que los trucos caseros que proporcionan nos dejen “la cola más hot”, “cero piel de naranja”, “y los labios de Angelina Jolie”. Voy a intentar creer que lo hacen con buena fe.
Ahora, pensar que podemos gastar 3000 pesos en un tratamiento para las estrías, cuando nos quedan por solucionar: flotadores, celulitis, arrugas, depilación, pelo, uñas, pies, contracturas, vestuario, maquillaje, poca teta, mucha cadera, flaccidez…eso sí me parece irrisorio. Salvo que yo sea la única tonta que no se percató que el target de la revista es la aristocracia inglesa.
De todos modos, voy a disculpar estas distracciones y a considerarlas sólo como un ideal al que apuntar.
Lo que me es imposible tolerar es que me traten de oligofrénica. Puedo abrir las páginas al azar y encontrar consejos como este: “10 cosas que nunca deberías decirle a tu chico: Me puse la mini que le gusta a mi jefe; besás igual que tu hermano; no haría un video hot, con los que hice me basta y me sobra”. ¿En serio hay chicas cosmo capaces de pronunciar tamañas idioteces? ¿De verdad hay mujeres a las que los “cosmo mandamientos” les mejoran la vida?
A mi me parece que las cartas de lectoras las escribe la recepcionista y las opiniones masculinas algún empleado gay (no pueden ser más distantes de las de mi novio, espécimen paradigmáticamente “macho” si los hay).
Como persona, como mujer integrante del género, partícipe de una cultura, de un grupo social, me siento psicológicamente ofendida e intelectualmente denigrada.
Realmente prefiero angustiarme con mis contradicciones ideológicas, que sentirme la destinataria de tanta basura.

lunes, 23 de marzo de 2009

Anarquía

Tímidamente,
cual si pudieras verme,
mis pensamientos te exilian
de la ausencia que habitas,
te arrancan de las horas
-tiranas y cobardes-
y bajan la guardia
para ser derrotados.
Un instinto puro,
como el de los niños,
subleva mis manos
que intentan tocarte,
penetra mi sangre
que corre con fuerza
y desboca el espíritu
que aguardaba, alienado.
Me alzo en armas
contra la vergüenza,
invocando "¡Libertad!"
como consigna,
Y la muerte en un despojo
instantáneo del aliento
sofoca la anarquía
de tu cuerpo en mi cuerpo...

jueves, 19 de marzo de 2009

El canario

Mis abuelos habían muerto casi todos cuando yo nací. Pero mí única abuela viva, Mamina, valía por cuatro. No sólo porque pesaba arriba de 100 kilos, sino porque dejó una huella de profunda ternura en mi niñez.
Ella era sabia y aventurera. En las noches de verano salíamos a “cazar” bichitos de luz por el patio y nos recostábamos sobre el pasto a que me enseñara los nombres de las constelaciones.
Sabía tantos cuentos, tantas historias…y nunca se cansaba de contármelos, mientras me acariciaba la espalda para poder dormir.
Siempre tuvo pájaros y ese fue nuestro único desacuerdo irremediable. A mí me entristecía verlos en la jaula. Pero ella me explicaba que los canarios vivían así y que si cantaban era porque estaban contentos.
Yo creía, en cambio, que su silbido era como un llanto. Entonces, cuando ella se iba a hacer los mandados, yo me apuraba a cerrar los vidrios de las ventanas y las puertas, abría con cuidado la jaula, tomaba al canario entre mis manos y, con una honda y sincera emoción, lo regalaba al aire para que pudiera volar.
Así de simple, austera y realizable era por entonces la libertad…

sábado, 14 de marzo de 2009

Pena de muerte

A los que violan habría que matarlos directamente, no tienen cura. A esos pendejos que andan drogados con un arma, que tienen impunidad para robar y matar a la buena gente, también. A toda esa lacra que no podemos controlar, habría que hacerla desaparecer.
Suena terrible. ¿O no? Me revuelve el estómago saber que hay personas que creen que el Estado (persona jurídica integrada por personas físicas) puede decidir quitarle la vida a alguien.
La finalidad de la pena es aún hoy uno de los temas más discutidos del derecho penal por juristas mucho más capacitados que cualquiera de nosotros. Pero además, las cárceles son (o deberían ser) para protección de la sociedad y rehabilitación de los reos, no para desaparecer a aquellos que no sabemos integrar.
Acepto, sin embargo, y aunque este principio esté plasmado en muchos de los tratados internacionales y legislaciones de todo el mundo, que pueda discutirse. Pero, bajo ningún punto de vista, me parece aceptable la pena de muerte.
Robert Graham Hodgson pasó 27 años en la cárcel condenado por un crimen que, hace unos días, gracias a pruebas de ADN que antes no existían, se comprobó que no había cometido. Y esto sucedió en Inglaterra, un país “desarrollado” con un sistema jurídico mucho más eficaz que el nuestro. Cuando la pena de muerte figura en la legislación de un país, es el castigo correspondiente al delito de homicidio. A ese podre tipo nadie le devuelve la libertad que le quitaron durante 27 años, pero menos aún podrían devolverle la vida.
Lo que me indigna más que nada, es que acá, en la Argentina, buscamos chivos expiatorios, la venganza como consuelo y nos importa muy poco ahondar en el asunto y entender que el juicio humano no es infalible, que incluso la pena privativa de libertad podría no ser necesaria en una sociedad equitativa y justa. Y que es, desde todo punto de vista, al menos cuestionable su legitimidad.
Me gustaría que los irracionales, fanáticos y omnipotentes seres humanos que comulgan con semejante aberración, fueran por un solo día Robert Graham Hodgson, pero que en vez de pasar 27 años en la cárcel, se enfrenten, después de bastante tiempo de apelaciones inútiles, a la inyección letal.
No es que quiera que los maten, ya dije que no estoy de acuerdo con eso. Pero estoy segura que entonces, sus insostenibles principios, basados en totalitarias y extremistas ideas, irían a parar, junto con la prepotencia y “valentía” con que condenan a los demás, a la re mismísima mierda.

domingo, 8 de marzo de 2009

Día de la Mujer

La verdad que para mí, esto del día de la mujer no tiene mayor importancia. Aunque, por supuesto, viene al caso mencionarlo, ya que recibí alrededor de 300 mensajes de texto y leí miles de avisos de todas las maravillas que pueden regalarme en mi día.
Este domingo, en mi caso, lo único que tuvo de extraordinario fue que me indispuse. Con lo cual, me levanté con el humor de perros correspondiente al caso, hinchada como un sapo, con varios granos nuevos y muy poco feliz con mi condición de hembra.
Pensando un poco en esta cualidad de mi sexo, adhiero a una postura bastante difundida últimamente: me resulta recalcitrante, machista y reaccionaria esa estupidez de la liberación femenina. No sólo debemos ser excelsas amas de casa y abnegadas madres, sino que ahora, encima, debemos ser destacadas profesionales y depravadas damas de compañía que aparenten 30 a los 40 o 50.
No sé cómo se las arreglan muchas de mis congéneres que cumplen con semejantes requisitos, pero yo no doy abasto.
De todos modos, no soy extremadamente exigente conmigo misma, puedo sentirme satisfecha aunque no tenga el lomo de Jésica Sirio combinado con el cerebro de Victoria Ocampo (y mucho menos la posición económica de cualquiera de ellas).
Lo que no me cuadra, bajo ningún punto de vista, es que esto de tener un día internacional, sea mucho más que una forma “postiva” de discriminación, sea una expresión más de nuestro asqueroso sistema, que se empeña en vendernos, con cualquier excusa, desde un día de spa hasta acciones en la bolsa de Hong Kong.
Obvio que a mí no me sacaron un peso, el tema es que a mi novio tampoco. Así que, señores capitalistas, vayan revisando sus estrategias de venta.
Lo único que compré este 8 de marzo fue un paquete de pastillas anticonceptivas y varios kilos de analgésicos. Pasé otro domingo, día en sí mismo bastante deprimente, poniendo mi casa en condiciones para empezar una nueva semana de trabajo y actividades, pero éste con dolores, odiosa y aburrida.
En realidad, creo que sí le doy importancia al Día Internacional de la Mujer: voy a luchar por su abolición.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Contradicciones

Creo que la especie humana es intrínsecamente contradictoria. La mayoría solemos predicar convicciones que difícilmente llevamos a la práctica. Nos llenamos la boca con discursos cuya ética y moral conmoverían al Papa, pero frente a los hechos terminamos por transgredir con desvergüenza nuestros principios.
De todos modos, no es mi intención torturar a nadie cuestionando las blanquísimas y tranquilas conciencias de cada uno.
Pero me pasa últimamente que no me soporto a mí misma. Las dualidades, paradojas y dicotomías irreconciliables se me tornan un peso en la espalda que me cuesta arrastrar, y no es fácil tirar así nomás la mochila y seguir andando.
Estoy segura que tiene que ver con las cosas que leo. Ahora estoy con una biografía del Che. Hace días que devoro anécdotas de una talla ética inigualable y verdaderamente me siento una mierda. Porque claro, en esos aspectos, el tipo genera una admiración que despierta los deseos más desinteresados y sublimes.
Pero después uno sale a la calle, ve las vidrieras con la ropa de la nueva temporada y al carajo todos los ideales.
Anoche cenaba con unas amigas y, recordando la noticia de alguien que encontró una valija llena de dinero y la devolvió, nos planteábamos la típica pregunta sobre qué haríamos en esa situación. ¿Conclusión? todas somos buena gente hasta que tengamos la oportunidad de no serlo.
Alguien podrá decir que el Che no es el mejor ejemplo, que también hizo cosas malas, que el contexto es otro. Mentiras (in)piadosas para soportar la culpa. El mundo no evoluciona, más bien se cae a pedazos y yo sigo preocupada por mis intereses egoístas, inútiles y superficiales.
Siento una congoja que me invade, una tristeza suprema, una amargura infinita. No puedo seguir así… voy a tener que empezar a leer Cosmopolitan!

sábado, 28 de febrero de 2009

Laberinto de tiempo

Noches pobladas de infinita oscuridad,
surgimiento azaroso de la primera vida,
torrentes de agua, fuego, tempestad,
violenta extinción de especies vencidas.

El hielo arrasando con toda presencia,
los ríos buscando su cauce o su abismo,
la tierra encontrando su forma en los sismos,
el hombre sin nombre, razón ni conciencia.

Pirámides testigos aún de nuestros días,
faraones levantando el paraíso perdido,
los griegos amando la sabiduría,
Alejandro revelando lo desconocido.

Romanos librando conquistas eternas,
Cleopatra muriendo de amor y veneno,
Jesús elevando la tierra hacia el cielo,
cruzadas de sangre, de dioses, de pena.

Galileo muerto por el movimiento,
Leonardo reinventando la belleza,
señores y naciones sedientos de grandeza,
burgueses demoliendo monárquicos cimientos.

Las guerras del siglo matando a la gente,
el Che junto a Sastre burlando la historia,
treinta mil argentinos pagando la gloria
del norte corrupto, ambicioso, indecente.

El final del muro y de la guerra fría,
un loco robando la suerte del mundo,
pensadores matando la ideología,
el siglo muriendo en un solo segundo.

La historia fraguada por mi parecer,
millones de años, de noches, de días…
tantas cosas debieron suceder
para hallarse tu mirada con la mía.

miércoles, 25 de febrero de 2009

El regreso

Sintió la angustia inevitable por el contraste de lo que dejaba atrás con esto a lo que debía volver.
Cinco días de amigos entrañables y asados cordobeses le bastaron para replantearse cuestiones esenciales de su realidad.
Dormir durante los kilómetros que lo separaban de la vida ordinaria menguó la dosis de tristeza, pero la lluvia de un domingo porteño lo recibió con su habitual melancolía.
Gastó las horas que restaban de no hacer en protestar, rezongar, cuestionarse… agotando la paciencia de ella, con quien comparte cama, alegrías y pesares.
La noche le devolvió la inercia del tiempo que se desliza entre los dedos y hoy me cuenta las nostalgias de aquél día, envuelto en la rutina que lo atormentaba…

sábado, 21 de febrero de 2009

El señor y la palomas

Su apariencia andrajosa y su mirada extraviada lo convertían en una parte más del paisaje que, entre privatizaciones vergonzosas y despidos masivos, nos acostumbramos a ver por Buenos Aires. No hubiera reparado en su piel oscura y sus ojos indios, sino por la bandada de palomas que lo rodearon de pronto.
Les murmuraba palabras que se perdían entre los motores y las bocinas apuradas y mientras tanto se paraba, rengueando, y desparramaba su pan. Ellas, alborotadas, hacían rebatir las alas, como aplaudiendo tanta generosidad y él les devolvía sonrisas desdentadas, gestos sin armonía, frases mudas.
La tristeza se le derramaba por los pliegues hondos de la frente, por la flacura de los dedos y la mirada ausente.
Cómo habiendo tanta gente podía estar tan intensamente solo, abandonado por el mundo, olvidado hasta por él mismo.
No dejaba de mirarlo, aunque él nunca me devolvió un gesto. Me preguntaba cuándo pasó, cuándo dejó de ser uno de nosotros para habitar esa otra realidad que, tal vez por temor, preferimos ignorar.
Recordé que estaba ahí haciendo tiempo para llegar a otro lugar y ya era hora de partir. Entonces tuve una sensación extraña, mis pupilas temblaron y la angustia se hizo casi palpable.
Lo volví a mirar, como queriendo despedirme y lo vi sonreírme ampliamente. Parecía preguntarme, casi con ternura, “por qué si yo estoy contento, usted está tan triste…”

jueves, 19 de febrero de 2009

Vacaciones - El regreso

Yo sabía. Está bien que no fue un vaticinio digno de Nostradamus, pero sí fue irrefutable. Pasaron dos días y ya soy la misma neurótica, desquiciada y malhumorada que siempre fui.
Mi bronceado envidiable pasó a ser, en dos jornadas sin sol, similar a una mezcla de lepra y soriasis aguda.
La dieta vacacional hizo estragos en mi cuerpo. Desde los salames hasta los chocolates, hice un mejunje de calorías que resultó fatal. Ya sé que las vacaciones son para darse los gustos, pero mi satisfacción duró lo que demora en derretirse un chocolate en la boca y la grasa asentada en mi cintura va a ser mucho más perdurable.
Para colmo acabo de cumplir los 30 y la verdad es que no es lo mismo que tener el 2 adelante. Y no vengan, las que andan en la misma, a hacerse las superadas porque los cambios de décadas tienen consecuencias psicológicas desastrosas al principio y encuentran un equilibrio que roza lo patético después.
Lo cierto es que ya no adelgazo más rápido de lo que engordo y lo que engordo tiene la puta costumbre de ir a meterse justo en lugares de los que ninguna de esas “nuevas técnicas infalibles” lo podría sacar.
Además, juro que tomé Activia con la frecuencia que me indican las más de 200 publicidades que dan vueltas en la televisión, pero el ritmo de mi tránsito fue similar al de la 9 de Julio un viernes a las 6 de la tarde.
“Gracias a Dios”, el regreso a la rutina normalizó algunas cosas, por ejemplo, las contracturas, el ceño fruncido y el bruxismo. El aburrimiento exasperante que implica pasar cada día metida en la oficina, el odioso despertador por la mañana, la gente con la misma cara de pocos amigos que yo y el asqueroso, insoportable, aborrecible calor húmedo y asfixiante de esta ciudad.
Por suerte, soy voluntariosa y en seguida retorné al ejercicio físico. El problema es que me puse a hacer una de esas actividades circenses que están tan de moda ahora y quedé rota. Me duelen desde las rodillas hasta los codos. ¿Por qué no se me ocurrió hacer esto a los 17 o 18 años? No, tuve que esperar a los 30 para demostrarme que sigo estando bárbara y que a los 30 “empieza el esplendor y podemos hacer todo lo que queramos”. Váyanse a la mierda todas las revistas, programas y demás descarados que profesan esa mentira. A mi me duele todo, estoy estresada y ya comencé a olvidarme de las cosas.
Conclusión: las vacaciones también son una perversión de este poder que podría caracterizarse como “foucoltiano”. Probamos la buena vida el tiempo suficiente para poder “renovar energías” y seguir trabajando, pero no demasiado, no vaya a ser cosa que nos acostumbremos…
Me parece que la próxima vez me voy y no vuelvo. Encontré un lugar paradisíaco y casi desconocido que se llama Playa de los Hippies y consta de un solo habitante: “El Hermi”. Me quedo allá, a vivir de la pezca y la limosna, sin depilarme nunca más y sin preocuparme por la edad, las grasas y las vacaciones.
…Ni yo me la creo. Es triste darse cuenta cómo a todo nos acostumbramos…

domingo, 15 de febrero de 2009

Vacaciones II

Advertencia al lector: en un exceso de susceptibilidad (posiblemente pre-menstrual) y un indudable mejor humor, segura consecuencia del lavaje interno producido por el aislamiento, me arriesgo a publicar algo que probablemente roce lo romántico y, temiblemente, lo cursi. Tomo el riesgo y les dejo esta poesía:

Qué propósito tiene definirse,
torturarse con retórica vacía,
descubrir en frases hechas las verdades
o regirse por ignotas profecías,
practicar introspecciones dolorosas,
relativas a parámetros ajenos
y en tardes tormentosas repudiarse
no haber hecho lo que otros previnieron.
Si otros fueron los inviernos y las ganas,
diferentes los caminos elegidos,
es aún igual de fuerte y arraigada
la certeza de los sueños perseguidos.
Es aún la libertad el fundamento,
la primera razón de cada cosa,
de los dichos colmados de cinismo,
de la frase más pensada y más hermosa.
Y aunque el tiempo reste instinto y sume tacto
y los actos sean menos compulsivos,
sigue siendo la pasión un argumento
que nos hace cada día estar más vivos.

De todos modos, es factible que esta inclinación optimista dure poco más que un suspiro. Ya queda poco de ocio y hedonismo. Seguramente el contraste inmediatamente posterior al regreso producirá un hastío vomitivo, una neurosis más intensa que la pre vacacional, que renueve la intensa necesidad de devolver en palabras, la mierda que debemos tragarnos cada día.

jueves, 5 de febrero de 2009

Vacaciones

¡Al fin, al fin vacaciones! Creo que un día más en Capital me hubiera producido una embolia cerebral (si es que eso existe).
Así que esta vez, nada de malhumor. Estoy llena de optimismo, alegría y ganas de disfrutar. No me importa haberme levantado a las 6 de la mañana de un sábado, la hora y media que esperé en Retiro envuelta en una atmósfera densa de gente y olores.
Me acabo de subir al micro de Empresa Argenina. Como a mi novio no le gusta viajar de noche, no quedó otra posibilidad que un coche semi-cama y doce horas de viaje. No importa. Miro el paisaje mutar por la ventanilla. El ruido, el olor a smog y los edificios van cediendo ante el verde de los campos (en verdad un poco marrón por esto de la sequía) y un horizonte límpido se despliega ante mis ojos ávidos de horizontes menos estrechos.
Mi asiento no se reclina. ¿Cómo hago para viajar todo el día en una posición de 90°? ¡La puta madre! Encima el coche va completo. Obvio, es fin de semana de recambio turístico. ¿No era que no hay un mango por la crisis? No importa, voy a seguir escribiendo, a disfrutar del paisaje, a ver una peli pochoclera y a comer la deliciosa vianda (espero no morir de Escherichia colli).
Hay varios niños. No soporto los niños menores de 18 años por más de 1 o 2 horas con suerte. La nena de adelante es bastante avispada. Observa a través de la ventanilla y realiza comentarios inteligentes para los 4 o 5 años que le calculo.

Pasaron dos horas aproximandamente. Ya paramos en Puente Saavedra, en Pacheco y en Campana. A este ritmo le ponemos 24 horas con viento a favor. La pequeña de adelante no para de hablar un segundo, le preguntó al padre, que lee el diario como si ella no existiera, cuatro veces seguidas “cuando llegamos”. Si no le dice que se calle, me paro y la surto. Pienso que el mundo debería estar dividido en lugares para gente con menores y lugares para adultos, de verdad. Me revienta tener que soportar los llantos y berrinches de los nenes y, sobre todo, los gritos o la despreocupación de los padres. ¿no sería mejor para todos si hubiera restaurantes, hoteles, playas y micros en los que no se permitan niños?
En fin… me voy a concentrar en lo mío, quiero que este relato sea una apología a los buenos sentimientos, un canto a la vida.
¿Por qué la gente va tanto al baño? ¿El movimiento del micro les impedirá controlar los esfínteres? La puerta golpea de forma estruendosa y comienza a sentirse un hedor asqueroso. Todavía no llegamos ni a Rosario.
Me estoy poniendo nerviosa, voy a tratar de dormir así se me pasa más rápido. Pero estoy incómoda en este asiento.
- Mi amor, ¿me cambiás un rato?
- (suspiro) dale
- ¡gracias gordo!

Acabo de pegar un salto que me hizo golpear la cabeza contra el borde del estante para equipajes. Me estaba durmiendo, pero empezó una película aparentemente bélica y parece que tuviéramos home theatre, por lo menos.
Ya se me fue el optimismo a la mierda. El mundo es un complot contra las buenas intenciones, un sabotaje constante a los intentos de uno de disfrutar de la vida. Quedan 6 horas de viaje y lo único que quiero es bajar de esta catramina ruidosa y mal oliente.

¡¡¡Villa María!!! 15 minutos para fumar, ir al baño y comprar algo de comer… (ah! Y agua para el mate)
Me quemé la lengua, la garganta y el esófago. El agua está para matar hasta el virus del sida. Estoy sacada, re contra podrida, saturada. Quiero 5 puchos más. Y encima la note book se está por quedar sin batería.
Mejor sigo mañana o pasado, cuando el aire serrano me purifique las venas y el cerebro, cuando tenga algo lindo para transmitir y cuando cargue la batería de esta máquina de mierda…

jueves, 29 de enero de 2009

Por una moneda

Hoy le di un discurso al colectivero del 111 que versaba sobre mis derechos como usuaria y las responsabilidades de la empresa de transporte respecto a la falta de cambio. ¡Pobre tipo! ¿Qué culpa tiene él, no? Pero la culpa tampoco es mía.
Obviamente, al señor le importó un cuerno mi disertación y me bajó en la siguiente esquina. Tuve que resignarme a caminar no sé cuántas cuadras porque ya me había comprado demasiadas pelotudeces innecesarias para conseguir $1,10 en monedas y resulta que el viaje vale $1,20.
Mientras prácticamente trotaba para no llegar tarde al trabajo, transpirada por un asqueroso porcentaje de humedad del 90 %, se me acerca un nene y me pregunta “señora, ¿me da una moneda?”. Tuve ganas de ahorcarlo. Sí, por lo de la moneda y por lo de “señora”. Me contuve, desde ya, él tampoco tiene la culpa.
Pero los que tienen la culpa me quedan demasiado a trasmano y no tengo la oportunidad de decirles que son unos malparidos que me complican la existencia. Y probablemente, si pudiera hacerlo, reaccionarían como el colectivero, es decir, no me darían pelota.
Algunos se congratularán con mi problema y otros me dirán que hay cosas peores. ¡Ya sé que hay cosas peores! Ya sé que en el norte del país se mueren nenes de hambre, que hay gente que agoniza esperando un transplante, que la mayoría de las economías mundiales están entrando en recesión… ¡me importa un carajo!
Soy una egoísta, una mierda de persona que se caga en el prójimo porque pretendo que cosas tan simples, como sacar un boleto de colectivo para trasladarme a mi trabajo, no resulte una odisea semejante a la de Frodo intentando llegar a Mordor.
Es tan frustrante. Yo creía que uno venía al mundo para cosas importantes, que las pruebas en la vida había que superarlas para lograr fines nobles y trascendentes. ¡Qué irónica resultó ser la puta realidad de cada día! Entre las monedas, los malabares para llegar a fin de mes, las 250 vueltas que implica cada trámite estúpido, y todos los etcéteras que se les ocurran, llego a la noche exhausta y mi vida no parece ser más que una suma de días estresantes.
Me tendría que meter la sublimación en el culo y conformarme con la rutina extenuante que me imponen, pero no puedo. Cuando me sobren unos pesos, juro que empiezo terapia. Mientras tanto, seguiré maltratando mi mente con la mierda cotidiana y distrayendo mi espíritu con este blog pedorro!

viernes, 23 de enero de 2009

Son todos iguales(?)

Hoy escuché a una ex gordita, petiza y morochona quejándose en un pasillo del edificio donde trabajo porque había llegado tarde gracias al mal funcionamiento del subte: “Lo que pasa es que hacemos las cosas como los negros”, sentenciaba desde su evidente complejo de inferioridad disfrazado de arrogancia.
Hace unos días, una señora que también trabaja en el Estado apareció en el baño, con su pelo amarillo y sus raíces de tres centímetros, buscando un conjunto de ropa interior (en esos baños deben vender hasta heroína), explicando a la vendedora “necesito urgente un conjunto nuevo, ando frente a mi marido con cualquier cosa, ¡parezco una boliviana!”.
Las dos veces me mordí los labios y apreté los puños para no romperles la cabeza y llenarlas de burdos insultos (los únicos que podrían descifrar).
Más tarde y algo menos ofuscada, intentaba entender semejantes comentarios, comprender cómo no se avergüenzan de sí mismos. Por supuesto, no pude.
Hasta donde yo sé, los negros son una raza y los bolivianos, habitantes de un país. Y si pensamos en su pasado reciente, de esclavos los primeros, de Nación sometida por gobiernos corruptos, títeres de los asesinos del Norte los segundos; y en su presente, que cambió en la formalidad (los negros juegan al básquet y cantan rap y los bolivianos luchan “protegidos” por tratados internacionales y por un gobierno de origen indígena), pero que en lo fáctico continúa siendo, para la gran mayoría, una obscena prueba de las tantas injusticias de este mundo, creo que, al menos, deberíamos sentir respeto por el sólo hecho de que sigan existiendo.
Algunos preferirán que se extingan, pero ¿quiénes ocuparían entonces su lugar?
Es desagradable escuchar ese tipo de comentarios que, por cierto, no tienen ningún asidero científico y son insostenibles desde una argumentación lógica. Aunque también es patético y tristemente común que la gente repita estas aberraciones discriminatorias constantemente.
“Los judíos son todos unos ventajeros”, “Los gitanos son todos ladrones”, “Los chilenos son unos hijos de puta”, “Los chinos son sucios”…
No digo que no haya convicciones, posturas políticas, puntos de vista ideológicos, pero un poco de sensatez no vendría mal a la hora de formularlos. Impedir que la lengua sea más rápida que el cerebro y detenerse a pensar cuán estúpidos e ignorantes somos al generalizar de esa manera. Sería todo un logro para los que se horrorizan frente a guerras, genocidios y otras delicias de la historia, cuando –en lo esencial- lo segundo es lo primero llevado a la práctica.
Aborrezco las generalizaciones, me dan náuseas, me parecen el reflejo de una sociedad bruta y acomplejada que no puede superarse a sí misma y necesita creerse superior a costa de otros aún más débiles.
Yo, que medito antes de hablar y trato cada día de no elegir la idiotez, tengo la firme convicción de que todos los que generalizan son unos verdaderos imbéciles.

martes, 20 de enero de 2009

Esos días

Ayer me llegó un forward de esos que ponen los pelos de punta. No recuerdo bien el título pero evocaba a la mujer. Era un powerpoint lleno de imágenes cursis y de frases más cursis todavía (al menos hay que reconocer la coherencia) que intentaba que nos sintamos privilegiadas por la sensibilidad y la receptividad de las que somos capaces durante “esos días”.
¿Quién puede ser tan sádico, hijo de puta para inventar tamaña estupidez? Es como el dicho ese de que “la plata no hace a la felicidad”. Lo dijo un pobre muerto de hambre finalmente resignado o un rico, podrido en guita, tratando de evitar que los pobres intenten sacársela.
Realmente no hay momentos en los que me sienta peor que los días previos a que me venga. Estoy completamente insufrible. Si mi pareja me dice “Buen día”, al levantarse, puedo montar en una cólera descomunal porque no agregó un “mi amor” a su saludo. Si me dice “Buen día, mi amor” me ofendo y decepciono, increpándolo sobre qué me está escondiendo que anda tan cariñoso. De verdad merezco la horca. Soy capaz de llorar a moco tendido la muerte de una mosca y de querer boxear a mi simpática vecina por dejar marcada su huella digital en el espejo del ascensor.
Todavía recuerdo muy bien el día de mi primera menstruación (disculpen “hombres”, aunque no les guste las mujeres menstruamos y es algo NATURAL, mucho más natural que el que ustedes se rasquen los testículos), tenía 12 años recién cumplidos y era 6 de enero. Me desperté con un dolor espasmódico que me retorcía el abdomen y pegué un grito terrible al ver las sábanas manchadas: “¡mamáaaaaa!”. Ese día vi a mi madre tener una de las reacciones más estúpidas que le recuerdo, “Ay! regalito de reyes”, me dijo. “Yo no quiero esto, yo quiero la plata que pedí y quiero ir a la pileta.¡Y dejame seguir teniendo un buen recuerdo de los Reyes Magos!”.
Me pregunto, si dios o la Naturaleza son sabios, ¿por qué nos privan de nuestro raciocinio y nos abandonan a merced de un cúmulo de hormonas ciclotímicas que nos hacen ver gordas, feas, viejas y temer que una depresión patológica nos invada de por vida y no haya Rivotril capaz de curarla?
Odio a los imbéciles psicólogos, ginecólogos o aficionados a inventar powerpoints pelotudos que no tienen la menor idea de lo denigrada, vulnerable e insoportable que se siente una en esos días.
Pero ¡ojo!, puedo cambiar de idea. Si me agarran mañana, después de que me venga, voy a estar optimista, sonriente y hasta dicharachera y, probablemente, les haga un elocuente memorándum de las incontables ventajas de ser mujer.
Pero eso será mañana. Hoy no se me acerquen, no opinen y no me manden cadenas cursis porque hoy no hay nada en el mundo capaz de gobernar mi progesterona!

viernes, 16 de enero de 2009

Quiero ser modelo, pero ¿de qué?

Mi novio es un amor. Me trae de su oficina toda la basura en la que yo jamás gastaría un centavo (bueno, debo confesar que alguna vez lo gasté). Léase revistas tales como “Gente”, “Para Tí”, “Susana”, etc.
Todavía no entiendo si espera que de mirar tantas minas divinas en bolas y leer tantas pelotudeces se me contagie (lamentablemente, lo primero no es contagioso) o sí solo quiere darme letra.
Realmente me cuesta creer que alguien con supuesto criterio editorial pueda poner en una página algunos de los últimos gritos de la moda, en este caso los “Hot short” (que sólo son "hot" en las modelos de la revista, porque en la mayoría de las mujeres serían un chiste) y en la siguiente, “La muerte que conmueve al mundo”. Nada más y nada menos que una nota sobre el asesinato lento y perverso de un bebé de poco más de un año por parte de sus padres… yo intentaba despegar, con el pulgar húmedo, la página que seguramente había quedado adherida en el medio, pero no, no había nada.
Me cagó la tarde mi amorcito. ¿Por lo del bebé muerto? No, no. Eso ni lo leí. Lo que me amarga es ver esos cuerpos irreales que yo nunca voy a tener y esa ropa increíble que jamás podré pagar. Obviamente la ropa no la usan estas chicas, ellas no llevan casi nada. Lo mínimo indispensable para que no califiquen estas joyas de la literatura como ediciones triple X.
Por supuesto, mi reacción es la previsible en cualquier mujer con un poco de orgullo y cierto nivel tolerable de envidia: ODIO. Odio brotando lentamente y carcomiendo toda esa seguridad que tanto nos cuesta construir. “Ese culo tiene photoshop”, “no puedo creer que un par de prótesis mamarias hagan que este bagre esté en la página de una revista y encima cobre!” y comentarios por el estilo.
Pero también me indigna que estas publicaciones tengan tantos compradores y, lo más llamativo, que la mayoría de ellos sean mujeres. Después de algunos meses, deberíamos darnos cuenta que es una vil mentira que haya trucos para tener el cuerpo de Pampita o la cara de Araceli. Hay que nacer de gente linda y tener plata para vivir en un tira y afloje con el paso de los años, no hay otra. Deberíamos poder ver que por más que leamos y leamos la maravillosa vida de Juanita Viale o de María Vázquez, no se producirá ninguna transferencia mágica que nos ponga en una situación siquiera similar a la de esas turras.
De todos modos, estos ataques se me pasan bastante rápido. Me recuerdo a mí misma que no quiero ser así. ¡Prefiero un poco menos -bueno bastante menos- tetas y más cerebro para ser consciente de mi desgraciada mediocridad y criticarlas con un poco altura! (Altura intelectual, obvio, si midiera más de 1,70 mts. sería modelo y no perdería el tiempo escribiendo huevadas).

martes, 13 de enero de 2009

Lunes

Hoy tuve un día de mierda, para variar. Me levanté con un dolor agudo en la espalada que, drogas mediante, no cedió. En la oficina reinaba un clima de lunes capaz de deprimir a un fanático de la música electrónica bajo los efectos del éxtasis en plena creamfield. Y encima me percaté de que estoy cobrando $100 menos de lo que dice mi recibo de sueldo, que de por sí es una miseria.
Puntualmente me retiré de mi trabajo, cosa que nunca sucede a la hora de llegar, con un sueño exasperante gracias a los efectos colaterales del míorelajante, aunque, desde ya, con más dolor de espalda que cuando desperté. Tomé el subte urgida por llegar a mi cama y esperanzada por el único detalle positivo de un enero en Capital: menos gente. Cuando llegué a la estación Diagonal Norte para combinar con la línea D, el paisaje se asemejaba a una manifestación de la década del 80. El servicio estaba interrumpido.
¿Por qué? ¿POR QUÉ SON TAN GUACHOS? Mañana el pasaje pasa a valer $1,10. Me gustaría saber con qué autoridad moral se dan ese lujo. ¿Por la excelencia del servicio, quizás? Yo creo que es sadomasoquismo. Una medida con las características comunes a todas las políticas que afectan a la mayoría de la gente, o sea, al 80 % de los boludos que hacemos magia para llegar a fin de mes y pagamos religiosamente todos los impuestos.
Una vez por semana, como mínimo, pronuncio en voz baja “les voy a poner una bomba” y realmente lo haría si pudiera. Haría estallar a Metrovías, a Telefónica (a la cual le pedí la baja del servicio hace más de 6 meses y me siguen facturando), a TBA, a Autopistas del Sol y a muchas empresas heredadas de la última década infame (los 90) que no hacen más que robarme impunemente. Y, para colmo, tengo que lidiar con los inútiles, inoperantes que están para soportar mis reclamos y que no pueden pronunciar dos palabra por fuera del “speach” imbécil que les arman que parece estar dirigido a infradotados (hasta en eso son cínicos).
No estoy bogando por el comunismo. Aunque Marx me parezca de los pensadores más lúcidos que he leído, tengo una mínima noción de dónde estoy parada. Pero, por lo poco que he aprendido, me da la sensación de que el Estado no cumple con muchas de las funciones que le corresponden. Excepto que estas sean enriquecerse ilícitamente, aumentar la corrupción y la pobreza, etc., etc., etc.
Más allá de las interminables opiniones que puede haber al respecto, hay algo que me genera un poco de culpa. Precisamente, poner siempre la culpa en los demás, porque los políticos que tenemos no nacieron de un repollo y porque, en mi opinión, no cumplimos nosotros tampoco como ciudadanos con solamente no faltar a la carga cívica de emitir un voto y pagar los impuestos.
A veces tengo la sensación de que somos un obediente rebaño o una manga de vagos irresponsables. Pero no, yo no voy a rendirme, ya verán que un día de estos me decido y me transformo en una ciudadana activa políticamente, responsable y solidaria y les pongo una buena bomba a esos hijos de puta, empezando por Metrovías…

domingo, 11 de enero de 2009

Marqueting Viral II

Blackies, scoring, marketing, mouse, fashion, top, cool, shit!. Perdón, ¡MIERDA!, mierda quise decir.
Y ahora el word me marca error en todas las palabras en castellano. Jajajaja, juro que es cierto.
Ya decía unos párrafos más abajo y unos días atrás quiénes son los responsables de mi futuro de fanática de la RAE.
Me enteré, gracias a una cautivante entrevista televisiva, que los floggers llaman “blackies” a los negros. Por si hay algún inocente desprevenido, no son negros de raza, eh? No, no, son “negros de alma”, según declaró la indescriptible persona que aparecía en pantalla (La Santa Inquisición temblaría en estos días de tolerancia).
Parece que nuestra lengua madre (por si queda algún otro desprevenido, no es el guaraní, es el castellano) es tan pobre y elemental que necesitamos recurrir a términos de otro idioma –casualmente el inglés- porque no hay en el nuestro palabras para decir negros, puntos, mercadeo, ratón, moda, mejor, copado o MIERDA.
Ya sé que la globalización y bla bla bla, ya me conozco ese discurso de memoria. Eufemismos. Asquerosos y estúpidos eufemismos que sólo intentan disfrazar con un concepto menos agresivo una dominación de trasfondo económico que, cada vez menos, requiere de la violencia.
Lo que más me enfurece es que venga de parte de semejante cultura berreta. No es que congenie con el patrioterismo. Los límites geográficos me parecen sólo un mal necesario en este mundo. Pero tampoco me complace la obnubilación colectiva y bastante consciente con la idiosincrasia de gente que no hace más que producir remakes (ironías de la literatura) y matar a aquellos que no les dan lo que quieren.
Me avergüenza, me indigna, me sulfura. Nuestro mestizaje está plagado de una historia rica no sólo en palabras, también en música, mitos, tradiciones. Juana Azurduy murió luchando junto a su esposo y sus hijos por la construcción de este país. Pobre, que al pedo. (si no saben quién es, pueden buscarlo en google!)
Nosotros somos así de vivos: nos venden una vaca ensillada y nos vamos al hipódromo. ¡un poco de decencia, una cuota de dignidad! Digo, ya que nos dejamos coger, por lo menos hagamos como que no nos gusta.

Aclaración: las limitaciones de este espacio y, por supuesto, las propias de quien escribe revelan una inevitable superficialidad en el análisis de muchos conceptos y cabos sueltos en sus relaciones. Sorry!

miércoles, 7 de enero de 2009

"Marqueting viral"

¿De verdad un jabón en polvo puede ser revolucionario? Puedo aceptar que lo sea un polvo, pero no precisamente el de lavar la ropa.
Entre el vocabulario flogger, la globalización y la publicidad están logrando que me transforme en una fundamentalista pro RAE. Nunca fui partidaria del academicismo o de las estructuras inútiles que tornan trunco el presente sacrificándolo a un pasado que, sólo por una nostalgia sintomática de apatía, parece ser mejor. Pero, por alguna razón ridícula de mi parte, me parece que revolucionaria fue la teoría heliocéntrica de Copérnico, no el detergente más rendidor.
Pueden llamarme conservadora si les place, pero que me manden un mensaje de texto en el que leo “hola k tal”, me pone los pelos de punta. La k es para escribir kilo, ¿no lo aprendieron en primer grado? Y para qué les cuento cuando el mandato de consumo viene de la mano de metáforas tan paupérrimas como las de que un determinado auto es sinónimo de libertad o que una bebida, que a mí no ha logrado más que producirme tremendas resacas, va a hacer que Brad Pitt me declare matrimonio.
¡Me da asco!
Libertad fue quizás lo que lograron los griegos durante el esplendor de la democracia en las polis. Libertad, tal vez, es un ideal por el que peleó Oscar Wilde desde la literatura, Mandela desde el pacifismo, los estudiantes en Mayo del 68 y hasta los revolucionarios cubanos por las armas contra la dictadura de Batista (que viene al caso por la fecha y representa, aunque con otros resultados, distintos movimientos en contra de los nefastos gobiernos militares en América Latina). Pero no me vengan con que la libertad es algo que voy a sentir por pagarle un montón de plata a Fiat o a Renault y quedar atada a un banco privado que me va a comer con los intereses. Eso es comodidad, a lo sumo confort y no tiene un carajo que ver con la libertad.
Los eufemismos baratos, la vagancia traducida en apretar un tecla menos, la apelación a sentimientos, o incluso a pulsiones humanas, y la evocación a valores e ideales que casi no tienen lugar en el presente con el fin de conmoverme y venderme tanta mierda que mañana será obsoleta, revuelve todo lo que trato de meter bajo la alfombra de la conciencia y me provoca deseos animales de vociferar palabrotas y obscenidades a los cuatro vientos.
Pero no voy a sucumbir. Hay que hablar bien y llamar a las cosas por su nombre, ¡carajo!

sábado, 3 de enero de 2009

Despertares

Dormía plácidamente la mañana del primer viernes de este nuevo año, ya que gozo de las inconmensurables ventajas de ser empleada del Estado. Entre sueños comencé a percibir ruidos espantosos y, por un momento, debido al embotamiento que precede a la vigilia, temí estar en la Franja de Gaza en pleno conflicto bélico con los israelíes.
Cuando manoteé el celular, que ya desde hace años remplazó a mi antiguo despertador, vi con amargura que eran las 8 de la mañana.
No hubo almohada sobre la cabeza, vidrios ni persianas que lograran ahuyentar el ruido de los motores y las bocinas que aparentaban una procesión de coches llevando a bordo mujeres a punto de parir o niños al borde de la muerte.
Por un momento tuve una necesidad imperiosa de abrir la ventana y disparar con una bazooka directamente a la intersección de Ayacucho y Viamonte. Pero me detuvieron dos motivos. El primero, si lo hacía me convertiría en uno de ellos. El segundo, no tengo una bazooka.
Suelen indignarme varias facetas de nuestro ser argentino, y esa ansiedad que sólo sabemos canalizar rompiéndole las pelotas al otro es una de las más notorias.
No puedo dejar de preguntarme, ¿qué piensan que van a lograr apretando las bocinas de ese modo compulsivo?, ¿creen, en su estúpida prepotencia, que este mecanismo tiene el poder de acelerar nuestro desastroso tráfico?
Hay países en los que las bocinas no suenan, de hecho está prohibido presionarlas, y el tráfico vehicular no se asemeja a los éxodos masivos y desesperados que anticipan el fin del mundo en las típicas películas norteamericanas, sino todo lo contrario, transcurre con una armonía digna de lo que solemos considerar civilizado.
Me levanté, por supuesto, con el humor de perros que generalmente tiene uno cuando lo despiertan de ese modo, sobre todo un día no laborable y, por un momento, sentí cierta pena por esa gente que sí debía afrontar otro día ajetreado y rutinario en el espantoso verano porteño.
Pero se me pasó enseguida. No me generan ningún buen sentimiento perdurable. Me gustaría tener la oportunidad de despertarlos con una banda del ejército en sus oídos y que lo primero que vean sus ojos sea el mismísimo demonio (si es que existe) o cualquier ser horrendo que se le parezca.
¡Vamos! No es que sea odiosa, todos los humildes peatones e incluso todos lo que en esos momentos no estamos montados en la cólera de un embotellamiento, pensamos cosas iguales de crueles.