sábado, 28 de febrero de 2009

Laberinto de tiempo

Noches pobladas de infinita oscuridad,
surgimiento azaroso de la primera vida,
torrentes de agua, fuego, tempestad,
violenta extinción de especies vencidas.

El hielo arrasando con toda presencia,
los ríos buscando su cauce o su abismo,
la tierra encontrando su forma en los sismos,
el hombre sin nombre, razón ni conciencia.

Pirámides testigos aún de nuestros días,
faraones levantando el paraíso perdido,
los griegos amando la sabiduría,
Alejandro revelando lo desconocido.

Romanos librando conquistas eternas,
Cleopatra muriendo de amor y veneno,
Jesús elevando la tierra hacia el cielo,
cruzadas de sangre, de dioses, de pena.

Galileo muerto por el movimiento,
Leonardo reinventando la belleza,
señores y naciones sedientos de grandeza,
burgueses demoliendo monárquicos cimientos.

Las guerras del siglo matando a la gente,
el Che junto a Sastre burlando la historia,
treinta mil argentinos pagando la gloria
del norte corrupto, ambicioso, indecente.

El final del muro y de la guerra fría,
un loco robando la suerte del mundo,
pensadores matando la ideología,
el siglo muriendo en un solo segundo.

La historia fraguada por mi parecer,
millones de años, de noches, de días…
tantas cosas debieron suceder
para hallarse tu mirada con la mía.

miércoles, 25 de febrero de 2009

El regreso

Sintió la angustia inevitable por el contraste de lo que dejaba atrás con esto a lo que debía volver.
Cinco días de amigos entrañables y asados cordobeses le bastaron para replantearse cuestiones esenciales de su realidad.
Dormir durante los kilómetros que lo separaban de la vida ordinaria menguó la dosis de tristeza, pero la lluvia de un domingo porteño lo recibió con su habitual melancolía.
Gastó las horas que restaban de no hacer en protestar, rezongar, cuestionarse… agotando la paciencia de ella, con quien comparte cama, alegrías y pesares.
La noche le devolvió la inercia del tiempo que se desliza entre los dedos y hoy me cuenta las nostalgias de aquél día, envuelto en la rutina que lo atormentaba…

sábado, 21 de febrero de 2009

El señor y la palomas

Su apariencia andrajosa y su mirada extraviada lo convertían en una parte más del paisaje que, entre privatizaciones vergonzosas y despidos masivos, nos acostumbramos a ver por Buenos Aires. No hubiera reparado en su piel oscura y sus ojos indios, sino por la bandada de palomas que lo rodearon de pronto.
Les murmuraba palabras que se perdían entre los motores y las bocinas apuradas y mientras tanto se paraba, rengueando, y desparramaba su pan. Ellas, alborotadas, hacían rebatir las alas, como aplaudiendo tanta generosidad y él les devolvía sonrisas desdentadas, gestos sin armonía, frases mudas.
La tristeza se le derramaba por los pliegues hondos de la frente, por la flacura de los dedos y la mirada ausente.
Cómo habiendo tanta gente podía estar tan intensamente solo, abandonado por el mundo, olvidado hasta por él mismo.
No dejaba de mirarlo, aunque él nunca me devolvió un gesto. Me preguntaba cuándo pasó, cuándo dejó de ser uno de nosotros para habitar esa otra realidad que, tal vez por temor, preferimos ignorar.
Recordé que estaba ahí haciendo tiempo para llegar a otro lugar y ya era hora de partir. Entonces tuve una sensación extraña, mis pupilas temblaron y la angustia se hizo casi palpable.
Lo volví a mirar, como queriendo despedirme y lo vi sonreírme ampliamente. Parecía preguntarme, casi con ternura, “por qué si yo estoy contento, usted está tan triste…”

jueves, 19 de febrero de 2009

Vacaciones - El regreso

Yo sabía. Está bien que no fue un vaticinio digno de Nostradamus, pero sí fue irrefutable. Pasaron dos días y ya soy la misma neurótica, desquiciada y malhumorada que siempre fui.
Mi bronceado envidiable pasó a ser, en dos jornadas sin sol, similar a una mezcla de lepra y soriasis aguda.
La dieta vacacional hizo estragos en mi cuerpo. Desde los salames hasta los chocolates, hice un mejunje de calorías que resultó fatal. Ya sé que las vacaciones son para darse los gustos, pero mi satisfacción duró lo que demora en derretirse un chocolate en la boca y la grasa asentada en mi cintura va a ser mucho más perdurable.
Para colmo acabo de cumplir los 30 y la verdad es que no es lo mismo que tener el 2 adelante. Y no vengan, las que andan en la misma, a hacerse las superadas porque los cambios de décadas tienen consecuencias psicológicas desastrosas al principio y encuentran un equilibrio que roza lo patético después.
Lo cierto es que ya no adelgazo más rápido de lo que engordo y lo que engordo tiene la puta costumbre de ir a meterse justo en lugares de los que ninguna de esas “nuevas técnicas infalibles” lo podría sacar.
Además, juro que tomé Activia con la frecuencia que me indican las más de 200 publicidades que dan vueltas en la televisión, pero el ritmo de mi tránsito fue similar al de la 9 de Julio un viernes a las 6 de la tarde.
“Gracias a Dios”, el regreso a la rutina normalizó algunas cosas, por ejemplo, las contracturas, el ceño fruncido y el bruxismo. El aburrimiento exasperante que implica pasar cada día metida en la oficina, el odioso despertador por la mañana, la gente con la misma cara de pocos amigos que yo y el asqueroso, insoportable, aborrecible calor húmedo y asfixiante de esta ciudad.
Por suerte, soy voluntariosa y en seguida retorné al ejercicio físico. El problema es que me puse a hacer una de esas actividades circenses que están tan de moda ahora y quedé rota. Me duelen desde las rodillas hasta los codos. ¿Por qué no se me ocurrió hacer esto a los 17 o 18 años? No, tuve que esperar a los 30 para demostrarme que sigo estando bárbara y que a los 30 “empieza el esplendor y podemos hacer todo lo que queramos”. Váyanse a la mierda todas las revistas, programas y demás descarados que profesan esa mentira. A mi me duele todo, estoy estresada y ya comencé a olvidarme de las cosas.
Conclusión: las vacaciones también son una perversión de este poder que podría caracterizarse como “foucoltiano”. Probamos la buena vida el tiempo suficiente para poder “renovar energías” y seguir trabajando, pero no demasiado, no vaya a ser cosa que nos acostumbremos…
Me parece que la próxima vez me voy y no vuelvo. Encontré un lugar paradisíaco y casi desconocido que se llama Playa de los Hippies y consta de un solo habitante: “El Hermi”. Me quedo allá, a vivir de la pezca y la limosna, sin depilarme nunca más y sin preocuparme por la edad, las grasas y las vacaciones.
…Ni yo me la creo. Es triste darse cuenta cómo a todo nos acostumbramos…

domingo, 15 de febrero de 2009

Vacaciones II

Advertencia al lector: en un exceso de susceptibilidad (posiblemente pre-menstrual) y un indudable mejor humor, segura consecuencia del lavaje interno producido por el aislamiento, me arriesgo a publicar algo que probablemente roce lo romántico y, temiblemente, lo cursi. Tomo el riesgo y les dejo esta poesía:

Qué propósito tiene definirse,
torturarse con retórica vacía,
descubrir en frases hechas las verdades
o regirse por ignotas profecías,
practicar introspecciones dolorosas,
relativas a parámetros ajenos
y en tardes tormentosas repudiarse
no haber hecho lo que otros previnieron.
Si otros fueron los inviernos y las ganas,
diferentes los caminos elegidos,
es aún igual de fuerte y arraigada
la certeza de los sueños perseguidos.
Es aún la libertad el fundamento,
la primera razón de cada cosa,
de los dichos colmados de cinismo,
de la frase más pensada y más hermosa.
Y aunque el tiempo reste instinto y sume tacto
y los actos sean menos compulsivos,
sigue siendo la pasión un argumento
que nos hace cada día estar más vivos.

De todos modos, es factible que esta inclinación optimista dure poco más que un suspiro. Ya queda poco de ocio y hedonismo. Seguramente el contraste inmediatamente posterior al regreso producirá un hastío vomitivo, una neurosis más intensa que la pre vacacional, que renueve la intensa necesidad de devolver en palabras, la mierda que debemos tragarnos cada día.

jueves, 5 de febrero de 2009

Vacaciones

¡Al fin, al fin vacaciones! Creo que un día más en Capital me hubiera producido una embolia cerebral (si es que eso existe).
Así que esta vez, nada de malhumor. Estoy llena de optimismo, alegría y ganas de disfrutar. No me importa haberme levantado a las 6 de la mañana de un sábado, la hora y media que esperé en Retiro envuelta en una atmósfera densa de gente y olores.
Me acabo de subir al micro de Empresa Argenina. Como a mi novio no le gusta viajar de noche, no quedó otra posibilidad que un coche semi-cama y doce horas de viaje. No importa. Miro el paisaje mutar por la ventanilla. El ruido, el olor a smog y los edificios van cediendo ante el verde de los campos (en verdad un poco marrón por esto de la sequía) y un horizonte límpido se despliega ante mis ojos ávidos de horizontes menos estrechos.
Mi asiento no se reclina. ¿Cómo hago para viajar todo el día en una posición de 90°? ¡La puta madre! Encima el coche va completo. Obvio, es fin de semana de recambio turístico. ¿No era que no hay un mango por la crisis? No importa, voy a seguir escribiendo, a disfrutar del paisaje, a ver una peli pochoclera y a comer la deliciosa vianda (espero no morir de Escherichia colli).
Hay varios niños. No soporto los niños menores de 18 años por más de 1 o 2 horas con suerte. La nena de adelante es bastante avispada. Observa a través de la ventanilla y realiza comentarios inteligentes para los 4 o 5 años que le calculo.

Pasaron dos horas aproximandamente. Ya paramos en Puente Saavedra, en Pacheco y en Campana. A este ritmo le ponemos 24 horas con viento a favor. La pequeña de adelante no para de hablar un segundo, le preguntó al padre, que lee el diario como si ella no existiera, cuatro veces seguidas “cuando llegamos”. Si no le dice que se calle, me paro y la surto. Pienso que el mundo debería estar dividido en lugares para gente con menores y lugares para adultos, de verdad. Me revienta tener que soportar los llantos y berrinches de los nenes y, sobre todo, los gritos o la despreocupación de los padres. ¿no sería mejor para todos si hubiera restaurantes, hoteles, playas y micros en los que no se permitan niños?
En fin… me voy a concentrar en lo mío, quiero que este relato sea una apología a los buenos sentimientos, un canto a la vida.
¿Por qué la gente va tanto al baño? ¿El movimiento del micro les impedirá controlar los esfínteres? La puerta golpea de forma estruendosa y comienza a sentirse un hedor asqueroso. Todavía no llegamos ni a Rosario.
Me estoy poniendo nerviosa, voy a tratar de dormir así se me pasa más rápido. Pero estoy incómoda en este asiento.
- Mi amor, ¿me cambiás un rato?
- (suspiro) dale
- ¡gracias gordo!

Acabo de pegar un salto que me hizo golpear la cabeza contra el borde del estante para equipajes. Me estaba durmiendo, pero empezó una película aparentemente bélica y parece que tuviéramos home theatre, por lo menos.
Ya se me fue el optimismo a la mierda. El mundo es un complot contra las buenas intenciones, un sabotaje constante a los intentos de uno de disfrutar de la vida. Quedan 6 horas de viaje y lo único que quiero es bajar de esta catramina ruidosa y mal oliente.

¡¡¡Villa María!!! 15 minutos para fumar, ir al baño y comprar algo de comer… (ah! Y agua para el mate)
Me quemé la lengua, la garganta y el esófago. El agua está para matar hasta el virus del sida. Estoy sacada, re contra podrida, saturada. Quiero 5 puchos más. Y encima la note book se está por quedar sin batería.
Mejor sigo mañana o pasado, cuando el aire serrano me purifique las venas y el cerebro, cuando tenga algo lindo para transmitir y cuando cargue la batería de esta máquina de mierda…