Ayer me llegó un forward de esos que ponen los pelos de punta. No recuerdo bien el título pero evocaba a la mujer. Era un powerpoint lleno de imágenes cursis y de frases más cursis todavía (al menos hay que reconocer la coherencia) que intentaba que nos sintamos privilegiadas por la sensibilidad y la receptividad de las que somos capaces durante “esos días”.
¿Quién puede ser tan sádico, hijo de puta para inventar tamaña estupidez? Es como el dicho ese de que “la plata no hace a la felicidad”. Lo dijo un pobre muerto de hambre finalmente resignado o un rico, podrido en guita, tratando de evitar que los pobres intenten sacársela.
Realmente no hay momentos en los que me sienta peor que los días previos a que me venga. Estoy completamente insufrible. Si mi pareja me dice “Buen día”, al levantarse, puedo montar en una cólera descomunal porque no agregó un “mi amor” a su saludo. Si me dice “Buen día, mi amor” me ofendo y decepciono, increpándolo sobre qué me está escondiendo que anda tan cariñoso. De verdad merezco la horca. Soy capaz de llorar a moco tendido la muerte de una mosca y de querer boxear a mi simpática vecina por dejar marcada su huella digital en el espejo del ascensor.
Todavía recuerdo muy bien el día de mi primera menstruación (disculpen “hombres”, aunque no les guste las mujeres menstruamos y es algo NATURAL, mucho más natural que el que ustedes se rasquen los testículos), tenía 12 años recién cumplidos y era 6 de enero. Me desperté con un dolor espasmódico que me retorcía el abdomen y pegué un grito terrible al ver las sábanas manchadas: “¡mamáaaaaa!”. Ese día vi a mi madre tener una de las reacciones más estúpidas que le recuerdo, “Ay! regalito de reyes”, me dijo. “Yo no quiero esto, yo quiero la plata que pedí y quiero ir a la pileta.¡Y dejame seguir teniendo un buen recuerdo de los Reyes Magos!”.
Me pregunto, si dios o la Naturaleza son sabios, ¿por qué nos privan de nuestro raciocinio y nos abandonan a merced de un cúmulo de hormonas ciclotímicas que nos hacen ver gordas, feas, viejas y temer que una depresión patológica nos invada de por vida y no haya Rivotril capaz de curarla?
Odio a los imbéciles psicólogos, ginecólogos o aficionados a inventar powerpoints pelotudos que no tienen la menor idea de lo denigrada, vulnerable e insoportable que se siente una en esos días.
Pero ¡ojo!, puedo cambiar de idea. Si me agarran mañana, después de que me venga, voy a estar optimista, sonriente y hasta dicharachera y, probablemente, les haga un elocuente memorándum de las incontables ventajas de ser mujer.
Pero eso será mañana. Hoy no se me acerquen, no opinen y no me manden cadenas cursis porque hoy no hay nada en el mundo capaz de gobernar mi progesterona!
¿Quién puede ser tan sádico, hijo de puta para inventar tamaña estupidez? Es como el dicho ese de que “la plata no hace a la felicidad”. Lo dijo un pobre muerto de hambre finalmente resignado o un rico, podrido en guita, tratando de evitar que los pobres intenten sacársela.
Realmente no hay momentos en los que me sienta peor que los días previos a que me venga. Estoy completamente insufrible. Si mi pareja me dice “Buen día”, al levantarse, puedo montar en una cólera descomunal porque no agregó un “mi amor” a su saludo. Si me dice “Buen día, mi amor” me ofendo y decepciono, increpándolo sobre qué me está escondiendo que anda tan cariñoso. De verdad merezco la horca. Soy capaz de llorar a moco tendido la muerte de una mosca y de querer boxear a mi simpática vecina por dejar marcada su huella digital en el espejo del ascensor.
Todavía recuerdo muy bien el día de mi primera menstruación (disculpen “hombres”, aunque no les guste las mujeres menstruamos y es algo NATURAL, mucho más natural que el que ustedes se rasquen los testículos), tenía 12 años recién cumplidos y era 6 de enero. Me desperté con un dolor espasmódico que me retorcía el abdomen y pegué un grito terrible al ver las sábanas manchadas: “¡mamáaaaaa!”. Ese día vi a mi madre tener una de las reacciones más estúpidas que le recuerdo, “Ay! regalito de reyes”, me dijo. “Yo no quiero esto, yo quiero la plata que pedí y quiero ir a la pileta.¡Y dejame seguir teniendo un buen recuerdo de los Reyes Magos!”.
Me pregunto, si dios o la Naturaleza son sabios, ¿por qué nos privan de nuestro raciocinio y nos abandonan a merced de un cúmulo de hormonas ciclotímicas que nos hacen ver gordas, feas, viejas y temer que una depresión patológica nos invada de por vida y no haya Rivotril capaz de curarla?
Odio a los imbéciles psicólogos, ginecólogos o aficionados a inventar powerpoints pelotudos que no tienen la menor idea de lo denigrada, vulnerable e insoportable que se siente una en esos días.
Pero ¡ojo!, puedo cambiar de idea. Si me agarran mañana, después de que me venga, voy a estar optimista, sonriente y hasta dicharachera y, probablemente, les haga un elocuente memorándum de las incontables ventajas de ser mujer.
Pero eso será mañana. Hoy no se me acerquen, no opinen y no me manden cadenas cursis porque hoy no hay nada en el mundo capaz de gobernar mi progesterona!
Que exquisito testimonio de "Esos días"...la redacción es un fiel testimonio de lo que logro aguantar entre 3 o 4 días por mes..jajaja....la verdad muy bueno. Besos mi amor. Hernán
ResponderEliminarjajajaja debo de confesar que me llegaban tus mails y lei pero realmente no lei esta pagina. Debo sacarme el sombrero y decir que con toda perfeccion y detalles describis el malestar de muchas.
ResponderEliminarLucila (tu prof de cardiostrip)
...las mujeres, arriba! Besos para todas...a pesar de los "disturbios" hormonales
ResponderEliminarNati F.
pesimo regalo de reyes, mama adriana tan filosoficamente dijo eso?? que feo. Espero nunca tener una hija mujer... jajajaj pobre.
ResponderEliminarIncreible este post... son todas iguales (si te sirve de consuelo).
ResponderEliminarAmigo cada día te banco mas! ja
Javi.-
Sos una loca trastornada, las pastillas han solucionado bastante estos traumas. Hacelo facil operate, ponete una linda protesis y si te siguen gustando los hombres, entregale al mundo tu lindo or... Besosos Lore
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