viernes, 27 de marzo de 2009

Chica Cosmo

Como la lectura intelectualmente pretenciosa me estaba haciendo mal, fui consecuente con mis palabras y me puse a (intentar) leer una Cosmopolitan.
Juro que traté de hacerlo sin prejuicios. Me senté a la noche en el balcón, relajada, con una copa de vino y un cigarrillo, dispuesta a disfrutar de cosas sencillas que me desconectaran de mi día de locura.
La primera crítica que tengo para hacerle a esta revista es que me deprime un poco que casi todas las páginas tengan fotos de diosas en la playa, diosas en los boliches, diosas en la cama. Podrían tener un poco de piedad, considerando que la edición está destinada a mujeres que tienen muchísimos medios menos y muchísimos kilos más.
Pero supongamos que lo hacen para inspirarnos, que verdaderamente confían en que los trucos caseros que proporcionan nos dejen “la cola más hot”, “cero piel de naranja”, “y los labios de Angelina Jolie”. Voy a intentar creer que lo hacen con buena fe.
Ahora, pensar que podemos gastar 3000 pesos en un tratamiento para las estrías, cuando nos quedan por solucionar: flotadores, celulitis, arrugas, depilación, pelo, uñas, pies, contracturas, vestuario, maquillaje, poca teta, mucha cadera, flaccidez…eso sí me parece irrisorio. Salvo que yo sea la única tonta que no se percató que el target de la revista es la aristocracia inglesa.
De todos modos, voy a disculpar estas distracciones y a considerarlas sólo como un ideal al que apuntar.
Lo que me es imposible tolerar es que me traten de oligofrénica. Puedo abrir las páginas al azar y encontrar consejos como este: “10 cosas que nunca deberías decirle a tu chico: Me puse la mini que le gusta a mi jefe; besás igual que tu hermano; no haría un video hot, con los que hice me basta y me sobra”. ¿En serio hay chicas cosmo capaces de pronunciar tamañas idioteces? ¿De verdad hay mujeres a las que los “cosmo mandamientos” les mejoran la vida?
A mi me parece que las cartas de lectoras las escribe la recepcionista y las opiniones masculinas algún empleado gay (no pueden ser más distantes de las de mi novio, espécimen paradigmáticamente “macho” si los hay).
Como persona, como mujer integrante del género, partícipe de una cultura, de un grupo social, me siento psicológicamente ofendida e intelectualmente denigrada.
Realmente prefiero angustiarme con mis contradicciones ideológicas, que sentirme la destinataria de tanta basura.

lunes, 23 de marzo de 2009

Anarquía

Tímidamente,
cual si pudieras verme,
mis pensamientos te exilian
de la ausencia que habitas,
te arrancan de las horas
-tiranas y cobardes-
y bajan la guardia
para ser derrotados.
Un instinto puro,
como el de los niños,
subleva mis manos
que intentan tocarte,
penetra mi sangre
que corre con fuerza
y desboca el espíritu
que aguardaba, alienado.
Me alzo en armas
contra la vergüenza,
invocando "¡Libertad!"
como consigna,
Y la muerte en un despojo
instantáneo del aliento
sofoca la anarquía
de tu cuerpo en mi cuerpo...

jueves, 19 de marzo de 2009

El canario

Mis abuelos habían muerto casi todos cuando yo nací. Pero mí única abuela viva, Mamina, valía por cuatro. No sólo porque pesaba arriba de 100 kilos, sino porque dejó una huella de profunda ternura en mi niñez.
Ella era sabia y aventurera. En las noches de verano salíamos a “cazar” bichitos de luz por el patio y nos recostábamos sobre el pasto a que me enseñara los nombres de las constelaciones.
Sabía tantos cuentos, tantas historias…y nunca se cansaba de contármelos, mientras me acariciaba la espalda para poder dormir.
Siempre tuvo pájaros y ese fue nuestro único desacuerdo irremediable. A mí me entristecía verlos en la jaula. Pero ella me explicaba que los canarios vivían así y que si cantaban era porque estaban contentos.
Yo creía, en cambio, que su silbido era como un llanto. Entonces, cuando ella se iba a hacer los mandados, yo me apuraba a cerrar los vidrios de las ventanas y las puertas, abría con cuidado la jaula, tomaba al canario entre mis manos y, con una honda y sincera emoción, lo regalaba al aire para que pudiera volar.
Así de simple, austera y realizable era por entonces la libertad…

sábado, 14 de marzo de 2009

Pena de muerte

A los que violan habría que matarlos directamente, no tienen cura. A esos pendejos que andan drogados con un arma, que tienen impunidad para robar y matar a la buena gente, también. A toda esa lacra que no podemos controlar, habría que hacerla desaparecer.
Suena terrible. ¿O no? Me revuelve el estómago saber que hay personas que creen que el Estado (persona jurídica integrada por personas físicas) puede decidir quitarle la vida a alguien.
La finalidad de la pena es aún hoy uno de los temas más discutidos del derecho penal por juristas mucho más capacitados que cualquiera de nosotros. Pero además, las cárceles son (o deberían ser) para protección de la sociedad y rehabilitación de los reos, no para desaparecer a aquellos que no sabemos integrar.
Acepto, sin embargo, y aunque este principio esté plasmado en muchos de los tratados internacionales y legislaciones de todo el mundo, que pueda discutirse. Pero, bajo ningún punto de vista, me parece aceptable la pena de muerte.
Robert Graham Hodgson pasó 27 años en la cárcel condenado por un crimen que, hace unos días, gracias a pruebas de ADN que antes no existían, se comprobó que no había cometido. Y esto sucedió en Inglaterra, un país “desarrollado” con un sistema jurídico mucho más eficaz que el nuestro. Cuando la pena de muerte figura en la legislación de un país, es el castigo correspondiente al delito de homicidio. A ese podre tipo nadie le devuelve la libertad que le quitaron durante 27 años, pero menos aún podrían devolverle la vida.
Lo que me indigna más que nada, es que acá, en la Argentina, buscamos chivos expiatorios, la venganza como consuelo y nos importa muy poco ahondar en el asunto y entender que el juicio humano no es infalible, que incluso la pena privativa de libertad podría no ser necesaria en una sociedad equitativa y justa. Y que es, desde todo punto de vista, al menos cuestionable su legitimidad.
Me gustaría que los irracionales, fanáticos y omnipotentes seres humanos que comulgan con semejante aberración, fueran por un solo día Robert Graham Hodgson, pero que en vez de pasar 27 años en la cárcel, se enfrenten, después de bastante tiempo de apelaciones inútiles, a la inyección letal.
No es que quiera que los maten, ya dije que no estoy de acuerdo con eso. Pero estoy segura que entonces, sus insostenibles principios, basados en totalitarias y extremistas ideas, irían a parar, junto con la prepotencia y “valentía” con que condenan a los demás, a la re mismísima mierda.

domingo, 8 de marzo de 2009

Día de la Mujer

La verdad que para mí, esto del día de la mujer no tiene mayor importancia. Aunque, por supuesto, viene al caso mencionarlo, ya que recibí alrededor de 300 mensajes de texto y leí miles de avisos de todas las maravillas que pueden regalarme en mi día.
Este domingo, en mi caso, lo único que tuvo de extraordinario fue que me indispuse. Con lo cual, me levanté con el humor de perros correspondiente al caso, hinchada como un sapo, con varios granos nuevos y muy poco feliz con mi condición de hembra.
Pensando un poco en esta cualidad de mi sexo, adhiero a una postura bastante difundida últimamente: me resulta recalcitrante, machista y reaccionaria esa estupidez de la liberación femenina. No sólo debemos ser excelsas amas de casa y abnegadas madres, sino que ahora, encima, debemos ser destacadas profesionales y depravadas damas de compañía que aparenten 30 a los 40 o 50.
No sé cómo se las arreglan muchas de mis congéneres que cumplen con semejantes requisitos, pero yo no doy abasto.
De todos modos, no soy extremadamente exigente conmigo misma, puedo sentirme satisfecha aunque no tenga el lomo de Jésica Sirio combinado con el cerebro de Victoria Ocampo (y mucho menos la posición económica de cualquiera de ellas).
Lo que no me cuadra, bajo ningún punto de vista, es que esto de tener un día internacional, sea mucho más que una forma “postiva” de discriminación, sea una expresión más de nuestro asqueroso sistema, que se empeña en vendernos, con cualquier excusa, desde un día de spa hasta acciones en la bolsa de Hong Kong.
Obvio que a mí no me sacaron un peso, el tema es que a mi novio tampoco. Así que, señores capitalistas, vayan revisando sus estrategias de venta.
Lo único que compré este 8 de marzo fue un paquete de pastillas anticonceptivas y varios kilos de analgésicos. Pasé otro domingo, día en sí mismo bastante deprimente, poniendo mi casa en condiciones para empezar una nueva semana de trabajo y actividades, pero éste con dolores, odiosa y aburrida.
En realidad, creo que sí le doy importancia al Día Internacional de la Mujer: voy a luchar por su abolición.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Contradicciones

Creo que la especie humana es intrínsecamente contradictoria. La mayoría solemos predicar convicciones que difícilmente llevamos a la práctica. Nos llenamos la boca con discursos cuya ética y moral conmoverían al Papa, pero frente a los hechos terminamos por transgredir con desvergüenza nuestros principios.
De todos modos, no es mi intención torturar a nadie cuestionando las blanquísimas y tranquilas conciencias de cada uno.
Pero me pasa últimamente que no me soporto a mí misma. Las dualidades, paradojas y dicotomías irreconciliables se me tornan un peso en la espalda que me cuesta arrastrar, y no es fácil tirar así nomás la mochila y seguir andando.
Estoy segura que tiene que ver con las cosas que leo. Ahora estoy con una biografía del Che. Hace días que devoro anécdotas de una talla ética inigualable y verdaderamente me siento una mierda. Porque claro, en esos aspectos, el tipo genera una admiración que despierta los deseos más desinteresados y sublimes.
Pero después uno sale a la calle, ve las vidrieras con la ropa de la nueva temporada y al carajo todos los ideales.
Anoche cenaba con unas amigas y, recordando la noticia de alguien que encontró una valija llena de dinero y la devolvió, nos planteábamos la típica pregunta sobre qué haríamos en esa situación. ¿Conclusión? todas somos buena gente hasta que tengamos la oportunidad de no serlo.
Alguien podrá decir que el Che no es el mejor ejemplo, que también hizo cosas malas, que el contexto es otro. Mentiras (in)piadosas para soportar la culpa. El mundo no evoluciona, más bien se cae a pedazos y yo sigo preocupada por mis intereses egoístas, inútiles y superficiales.
Siento una congoja que me invade, una tristeza suprema, una amargura infinita. No puedo seguir así… voy a tener que empezar a leer Cosmopolitan!